Continuismo de lujo

Alonso Castillo Flores

 

Tenemos nuevo presidente, y la prensa lo ha anunciado con bombos y platillos: PhD educado en la ciencia y la tecnología, asesor del Banco Mundial, con decenas de publicaciones, catedrático en la Universidad del Pacífico y doctor honoris causa de la Universidad Continental. Con Merino, nos quiso gobernar un burro oportunista; con Sagasti, se planta en palacio de gobierno un intelectual de pura cepa, con formación filosófica, centrista, moderado, un hombre que piensa, cual Salomón, poner paños fríos a los intestinos antagonismos de las facciones gubernamentales y los poderes del Estado.

 

Saber que el nuevo mandatario publicó su primer libro en autoría con Augusto Salazar Bondy –filósofo humanista, socialista, americanista– puede despertar ilusiones en cualquier entendido. Uno de los más interesantes y originales aportes de Franz Hinkelammert, pensador alemán, fue dilucidar que tanto el estatismo de la URSS como el libre mercado de Occidente son ilusiones trascendentales disfrazadas de economías científicas, tanto la planificación perfecta como la competencia perfecta son imposibles en principio, el totalitarismo de mercado, no menos que el totalitarismo de Estado, obedecen a una razón utópica. (Trelles, 2020: 147-159). Sagasti (1999: 21) apunta a la misma dirección, entiende la utopía estatista de Velasco Alvarado y la utopía de mercado de Fujimori, además de la utopía basista de Alan García (solo las bases de desarrollo pueden llevarnos al progreso). No quiere caer en ninguno de los extremos e impugna el neoliberalismo como caso típico de la utopía de mercado (Sagasti, 1999: 18-20).

No se puede, sin embargo, confiar en un hombre que ha dicho en su única campaña que el capítulo del régimen económico de la Constitución no se debe tocar, y que cree que el problema de la constituyente no es prioridad en estos momentos, pese a que la exigían amplios sectores de la población en protesta, a quienes dice representar. Los mismos principios neoliberales en la Constitución de Fujimori están maquillados con una supuesta “economía social de mercado”, que bien cabría en el pretendido centrismo anti-utópico del actual mandatario.

Que Sagasti sea nieto de su homónimo, el héroe nacional de la Batalla de Tarapacá y que haya sido rehén de la Embajada del Japón ha cautivado a más de uno. Pero no se puede confiar en un hombre que para romantizar su ascenso al gobierno, con lágrimas incluidas, y revestirlo de un falso halo de mística, recita a César Vallejo, poeta combativo de izquierda, despreciado por el país en su tiempo. Intenta Sagasti propagar su propia emoción y gloria como una emoción y gloria nacional. Por ello, César Hildebrandt (2020: 12) ha dicho que la declamación de Vallejo le ha dado escalosfríos: Alan García hipnotizaba incautos recitando a Calderón de la Barca.

El caballo loco fue también un hombre versado y de letras, escribió sobre el Perú y tiene un admirable texto sobre la filosofía y la economía de la sociedad china. Chirinos Soto cuenta con una prolífica obra sobre la historia del país y un libro sobre… Vallejo. Otra luminaria fue Luis Alberto Sánchez, erudito en literatura nacional… y también escribió sobre Vallejo. Ambas mentes brillantes fueron tan apristas como el carismático suicida.

Tenemos un presidente que solo buscará estabilizar el statu quo, dar tranquilidad a la CONFIEP, deslumbrar a la prensa y garantizar la “gubernabilidad” hasta las elecciones del próximo año. Es decir, hablamos de un académico que se esforzará por que este país siga siendo gobernado por las élites políticas y los poderes de facto. Y más aún, un hombre que conoce a la perfección las pólizas del Banco Mundial hará de su sapiencia una herramienta muy efectiva para que el país siga los todopoderosos designios de los dueños del mundo.

Nuestra nación padece desde la colonia una vida, una idiosincrasia y un régimen político-económico colonizados. Por esto, dudamos del arraigo que el inquilino de palacio tiene sobre este país, sobre todo, de nuestro Perú profundo. La madre de Francisco Sagasti Hochhausler proviene de Austria, país rico en célebres genios como Mozart, Mendel y Freud ¡Qué más quisiésemos que nos guíe en el proyecto de humanización de este país un hombre formado con tremenda sabiduría! Pero es el genio austríaco el que ha producido con Von Mises y Von Hayek los fundamentos del neoliberalismo y la utopía del mercado; es el genio de la Ôsterreich el que ha producido el círculo de Viena y a Popper, paladines del cientificismo y la tecnocracia liberal. Nuestro gobernante se adscribe quiera o no a ambas tradiciones: No esconde sus afinidades con Mario Bunge y otros gurús de “la filosofía científica”, siente a Latinoamérica en deuda con el positivismo europeo.

Los peruanos sentimos el arraigo de nuestros compatriotas de Pozuzo en Oxapampa, única colonia austro-alemana del mundo, fuimos bendecidos por Maria Reiche y Joseph Estermann, espíritus germanos que amaron este país. ¿No es germano el apellido del chato Hildebrandt, enorme crítico, único en su especie? ¡En Barro Pensativo nos sentimos más que hermanados con el americanismo de Hinkelammert! Pero desde que la Europa nos cae a tierras americanas, el viejo continente y sus imperios imponen a los demás las utopías de la modernidad, del desarrollo y del cientificismo. Sagasti es de los ilustres hombres que han encarnado estos mitos, toda su trayectoria profesional y su praxis intelectual son prueba de ello. A nosotros nos atropella la economía “científica”, la “única viable”, barriendo comunidades y lagunas, disparando hombres en las calles para imponer el “progreso”. Sagasti puede llorar por Inti y Jack, pero nunca por los caídos del Valle de Tambo.

Un artículo suyo de 1992 titula: “Conocimiento y desarrollo en América Latina: Ciencia, Tecnología y Producción, quinientos años después del Encuentro con Europa”. Reconoce mucho de nuestro pasado precolombino, pero comulga con el criterio de que la ciencia incaica carecía de escritura, que no tenía una teoría científica ni poder de abstracción. Comulga también, pese a sus matices, con el establecimiento de la ciencia europea como la verdad universal. Estoy seguro que también está muy de acuerdo con la contraposición dogmática de “tecnología científica” y “técnicas indígenas”. Preocupado por el medio ambiente, no da ningún crédito a los saberes ancestrales ecologistas. Se ha tragado el cuento de la ciencia europea para “dominar de la naturaleza” (Sagasti, 1992: 618). ¿Le interesará por lo menos “mejorar” el capítulo de la constitución sobre el medio ambiente y los recursos naturales, caído en letra muerta?

Nuestra élite gubernamental-intelectual parió un Alan, que insultó a los hermanos amazónicos como “ciudadanos de segunda categoría”, parió una Martha Hildebrandt, que despreciaba las lenguas originarias frente a “la lengua culta”. Solo podemos ver al presidente como uno más de ellos, mucho más cauto, elegante, educado y diplomático, quizás, pero parte de la élite al fin y al cabo. (Me recuerda un poco a Vargas Llosa, con su Popper y su Hayek). Como le atribuye Sagasti al pensamiento científico incaico: no es que al presidente le falte capacidad intelectual sino que sus impedimentos son “de orden social y político” (Sagasti, 1992: 620). Puede que a Pancho Sagasti le sea imposible intentar cambiar las cosas en seis meses, pero ¿lo haría en cinco años?

Tenemos más de lo mismo, solo que con brillante erudición y experiencia tecnocrática, tenemos más de lo mismo pero ahora con disfraz combativo y humanista. ¡Estrenamos un continuismo de lujo!

 

BIBLIOGRAFÍA

Hildebrandt, César (2020). “Vallejo y el juramento”, Hildebrandt en sus Trece, Año 11, No. 516, p. 12

Sagasti, Fransisco (1999). Imaginemos un Perú mejor. Lima: Agenda Perú

Sagasti R. Francisco (1992). “Conocimiento y desarrollo en América Latina: Ciencia, Tecnología y Producción, quinientos años después del Encuentro con Europa”, RICS, no. 134, pp. 615-627

 

Trelles, Ayrton (2020), “¿Por qué es urgente leer a Franz Hinkelammert?”, Revista Disenso, El Bicentenario de la República del Perú y Nuestra América. Año 3, No. 3, pp. 144-164

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