Alonso Castillo Flores
El día de ayer se cumplieron doscientos años del nacimiento de Federico Engels, un hombre que dedicó su vida entera a luchar por sus ideales de justicia e igualdad, siempre del lado de los oprimidos, los olvidados, los ninguneados. Un hombre que denunció la explotación de su tiempo y propuso un programa para remediar los males que aquejaban a la Europa del siglo XIX. Apoyó a las grandes revoluciones proletarias, como la Comuna de París. Era un revolucionario de la cabeza a los pies.
Para ello, logró estudiar al detalle la vida de los trabajadores ingleses, haciendo entrevistas a decenas de familias operarias, visitando uno a uno a los expoliados, informándose de primera fuente, sin mediador ni colaboradores. De ahí surge su famosa obra La condición de la clase obrera en Inglaterra. Mario Bunge ha dicho que Engels es pionero en sociología empírica, aplicando métodos exactos a las ciencias sociales. No se equivoca.
Nuestro homenajeado logra darse cuenta que estudiar los males del capitalismo implica atacar los fundamentos de su teoría, redacta su Esbozo de crítica a la economía política con solo 23 años de edad. Los dos textos citados sirven de rudimentos para su amigo Karl Marx, con los que elabora su propia crítica de la economía burguesa. Por ello, Martín Mazora ha llamado a Marx “discípulo de Engels”.
Engels no solo se inscribe como crítico teórico, sino que se lanza a la praxis política con su militancia socialista. Sabe que los trabajadores solo a través de su organización disciplinada pueden conseguir sus reivindicaciones y hacer realidad la anhelada trasformación de la sociedad. Escribe junto a Marx el legendario Manifiesto Comunista.
Estamos hablando de un verdadero genio, un hombre que hablaba casi 40 idiomas, que estudió la realidad social, fue versado en filosofía, se apasionó por las ciencias naturales, incursionó en la teoría militar y se preocupó sobre la contaminación ambiental ¡en el siglo XIX! Pero los genios no son las personas que tienen la verdad sino los que logran reconocer su propia ignorancia pese a su erudición. A diferencia de muchos seguidores de Marx, Engels sabía muy bien que a su pensamiento conjunto habían arribado otros, como Joseph Dietzgen y Lewis Morgan. Dijo además que su papel en la teoría marxista fue secundario.
Federico habló de lo poco de historia que conocían él y Marx cuando escribieron La ideología alemana, reconoció haber caído con él muchas veces en un discurso casi economicista, confesó tener conocimientos defectuosos de física y química. El poder de su pensamiento historicista está en lograr comprender sus propias limitaciones históricas, “estamos muy probablemente, en los comienzos de la historia humana”, “las generaciones que nos han de rectificar serán sin duda mucho más numerosas que aquellas cuyos conocimientos nos es dado rectificar”. Nunca creyó que sus ideas iniciaban una era, su auto-concepto fue mucho más modesto.
Su nombre resplandece por su grandeza y su humildad, porque estuvo del bando correcto, y dio todo lo que estaba a su alcance para colaborar en el movimiento renovador. Aportó de modo teórico, financiero y organizativo: filosofía, economía, y política, los tres pilares de su obra cumbre, el Anti-Duhring. Este tipo de seres humanos no mueren con la muerte.
¡Feliz bicentenario, maestro!