Ayrton A. Trelles Castro
Los problemas del Perú son los problemas de las víctimas del sistema. Una república que se precie de serlo, necesita saber que todos sus miembros están en ella vinculados, así como si ésta fuera un nervio sensible al que estamos unidos. De tal manera que, si algo está mal, no constituye un hecho aislado, ni tampoco es un asunto privado o individual, sino que tiene que ver con la comunidad, y nosotros nos relacionamos en la comunidad políticamente.
A razón de lo mencionado, la cuestión se pone grave. Pues, evitar más víctimas dependería del tipo de política que se aplique para dejar de reproducir el sufrimiento de los peruanos afectados por el hecho de no poder acceder a los medios con los cuales puedan reproducir dignamente sus vidas. En ese sentido la “política es una construcción humana, y como toda creación humana es ambigua: está sujeta a errores y confusiones. De ahí la necesidad de que sea pensada continuamente a los efectos de identificar sus patologías para corregirla.” (Araujo-Frias, J., 2020, p. 66).
La patología es el sistema injusto, que pone en peligro la vida humana y la naturaleza, condenándola a sufrir las consecuencias de la irracionalidad de un mundo secuestrado por el afán de lucro, mas no el afán por perseguir aquello que nuestros pueblos originarios llaman sumak kawsay (buen vivir).
Las sociedades modernas, que atomizan a las personas y las desvinculan de la matriz de la comunidad, suelen hacer responsable del problema al que lo padece, mas no al entorno y las circunstancias. Por eso es común que se abandone al desvalido, o que al pobre se le responsabilice del atraso del país. Y la cuestión no queda en la forma en que vemos las cosas, sino en la forma en que se las problematiza teóricamente.
Por ejemplo, bajo la forma actual como se aborda la situación, el problema no aparece como necesidad a ser resuelto, sino como un fenómeno natural, el cual se estudia, pero no se intenta cambiarlo, porque es como si se intentara estudiar los fenómenos sísmicos para evitar que sigan existiendo. De manera semejante tomamos nuestra realidad, donde naturalizamos los problemas de la comunidad política, sin darnos cuenta que no necesariamente son naturales.
Donde no se intente resolver aquello que aqueja la vida cotidiana de los seres más vulnerables, significa que se dedica a generar patologías cuando puede generarse soluciones. Porque, al fin y al cabo, la teoría política con la que los gobernantes de turno intentan pensar nuestro país, al considerarla desvinculada de las víctimas, invierten la realidad, de tal manera que desvincularse del sufrimiento real es desvincularse de la realidad.
La desconsideración del criterio de orientación que guía a la comunidad política a su bienestar, deviene en la idea de tener un país al que solo se le deba administrar sus bienes materiales por el simple hecho de “aumentar las ganancias”. Y si con ello no consiguen más que aumentar las ganancias de unos pocos, no resulta malo, porque eliminaron teóricamente cualquier objeción ética y moral que les impida proceder así. Por ese motivo “las consecuencias epistemológicas del conocimiento son políticas” (Bautista, R., 2011, p. 28).
En ese sentido, pensamos y discutimos el hecho ¿por qué muchos peruanos tienen el impedimento de llegar poseer una vida digna? Y aquellos que no tienen vida digna, ¿saben que no la tienen? También necesitamos aclarar, si así mismas esas personas se ven como víctimas. Pues, nos preguntamos “¿qué tan consciente soy para darme cuenta de lo que impide mi bienestar?”. ¡De te fabula narratur!
El problema es tal, cuando se tiene consciencia de él. Entonces, la realidad deviene en problemática, y la víctima deviene en un problema, porque la víctima sabe qué le aqueja. Y cuando sabe que vive en un mundo invertido, el cual convierte su existencia en una fantasmagórica estadística per cápita, puede ver el horror de su situación, pues la realidad invertida, donde no aparece, es una realidad opresiva, pero para cambiarla a “la opresión real hay que hacerla aún más pesada, añadiéndole la conciencia de esta opresión: la ignominia más ignominiosa, dándola a publicidad” (Marx, C., 2012, p. 50).
Cuando la razón no puede cambiar la situación en que viven los seres humanos, probablemente ha pasado de ser teoría a ser un dogma teológico, porque sacraliza las relaciones de dominio y explotación o, mejor dicho, esas relaciones que la constituyen terminan dándole la razón. Por ese motivo se hace fundamental quitar a las relaciones económicas su forma sacralizada, porque el ser humano no es para el dinero, el dinero es para el ser humano. El alemán Tomás Münzer, enemigo de Lutero, tuvo que forzar sus neuronas, e invertir las relaciones sacralizadas, por ese motivo “para poder tocar el orden social existente [tenía] que despojarle de su aureola de santidad” (Engels, F.,1979 p. 51).
Debemos profanar ese tipo de política y ese tipo de sistema poniendo en cuestión su validez, que es defendida por el simple hecho de suponer que es incuestionable, pues no se considera que algo al dejar de estar al servicio del ser humano tiene que ser cambiado. Pensar profanamente es dejar de “respetar” aquellos saberes que encubren la realidad, es considerar que cuando el sistema pone en peligro la vida es una obligación poner en peligro el sistema, exponer sus horrores y pronunciarse ante ello frente al mundo. Y para eso se necesita echar mano del pensar, pero no de cualquier pensamiento, sino de aquel que sea capaz de poner de pie a un mundo que está de cabeza.
Referencias bibliográficas
Araujo-Frias, J. (2020). “Perú necesita una segunda liberación política”, en Disenso: Crítica Y Reflexión Latinoamericana, 4(4), 62-70. Recuperado de: https://barropensativo.com/index.php/DISENSO/article/view/77
Bautista, R. (2011). Hacia una fundamentación del pensamiento cítico. Un diálogo con Zemelman, Dussel y Hinkelammert. La Paz: Rincón.
Engels, F. (1979). Las guerras campesinas en Alemania. Cali: Andreus.
Marx, C. (2012). “Para una crítica de la Filosofía del derecho de Hegel”, en Páginas Malditas. Sobre la cuestión judía y otros textos. Buenos Aires: Libros de anarres.