Alonso Castillo Flores
voy a exponer como creo que debe ser intelectual comprometido, el que ha decido estudiar y escribir para abrazar causas justas y ayudar en su persecución. El intelectual que se cree hijo del pueblo posee información y métodos lógicos, es su deber moral darlos a conocer a la comunidad con quien se siente hermanado, siguiendo ciertas pautas y bajo ciertos parámetros. Hablo a título personal pero con espíritu de pertenencia a algo más grande.
Para hacer esta exposición un poco amena, se le salpicará con algo de estética, abusando quizás de la rima. Los intelectuales comprometidos somos columnistas y no simples comentaristas; somos conservacionistas, no conservaduristas; somos costumbristas y también comunitaristas; no somos conformistas ni consumistas; somos complejistas pero no confusionistas; no somos colonialistas, pero tampoco conspiracionistas; somos comunistas pero no colaboracionistas. Expliquemos esto:
- Somos columnistas: Podemos hacer poesía y relatar historias, podemos intentar elaborar teorías, trabajar tesis serias y quizás idear libros enteros. Pero la columna es el medio más efectivo si queremos escribir y llegar quienes quieren leernos. Permite denunciar los males, hacer sospechas y ensayar soluciones modestas.
- No somos comentaristas: No hacemos farándula política ni nos basamos en habladurías y memes. El texto breve y sencillo no debe ser un simple comentario, requiere estructura y coherencia. Platón diferenciaba el simple comentario (doxa) de la verdad (episteme). No tenemos la verdad, pero la perseguimos.
- Somos conservacionistas: Defendemos con nuestra pluma a quienes defienden la vida, quienes conservan el medio ambiente con su lucha y su sangre. Estamos a favor de los que quieren un planeta sano para un pueblo sano, sabemos que los peores afectados de la contaminación ambiental y las crisis son los que menos poseen.
- No somos conservaduristas: Detestamos lo conservador. Conservamos la vida y el medio ambiente, pero no el statu quo, denunciamos a quienes quieren que las cosas no cambien para que ellos sigan bien mientras millones padecen miserias, mientras el país se sigue hundiendo en la corrupción, la usura y la ignorancia.
- Somos costumbristas: No estamos en contra de todo lo “pasado”. Respetamos, queremos y sentimos las sanas costumbres de nuestros pueblos, y tratamos de aprender las que no conocemos. Alertamos contra su desaparición. Pero a la vez, imputamos las malas prácticas que se han hecho costumbre y ley.
- Somos comunitaristas: Es difícil vivir comunitariamente, más si somos urbanos y metropolitanos, pero queremos una comunidad, no una “sociedad” de individuos aislados. Arremetemos con los que exaltan el individualismo, los que difunden cosas como el chocolate Mío y los que creen en el destacado “hombre” burgués emprendedor.
- No somos conformistas: Es difícil llegar a la “meta final”, pero no descansamos hasta ver mayor justicia y dignidad. No nos contentamos con una par de migajas para el pueblo, ni creemos en el “roba pero hace obras”; tenemos grandes ideales, sabemos que debemos elaborar programas factibles pero no olvidamos el objetivo.
Es difícil vivir comunitariamente, más si somos urbanos y metropolitanos, pero queremos una comunidad, no una “sociedad” de individuos aislados.
- No somos consumistas: Muchos estudiosos consumen textos “de tienda”, están al tanto de los best-sellers y siguen modas intelectuales que renuevan cada diez años. Nosotros estudiamos y escribimos con deleite, pero con compromiso; usamos lo que es útil y permite superar la desigualdad, la discriminación, la explotación, el vicio.
- Somos complejistas: No abordamos los problemas con esquemas vulgares, perseguimos las teorías exhaustivas que ayuden a comprender el mundo donde vivimos, entendemos que toda propuesta tiene sus limitaciones. No creemos que los explotadores simplemente sean avaros sino buscamos motivos, estructuras, historia.
- No somos confusionistas: No nos perdemos en la complejidad, sabemos que pese a ella existen cosas claras, reconocemos que en un momento se debe detener la investigación para dar con una idea concreta, parcial pero concreta. Advertimos las contrapartes, las salvedades, los matices, pero no maquillamos la realidad.
- No somos colonialistas: Necesitamos de las ideas que se producen en las grandes potencias, pero no nos entregamos a ellas. Las utilizamos como referencias, pero partimos de nuestra realidad, situamos nuestra problemática, apelamos a nuestros propios pensadores y a nuestro pueblo milenario, trabajador y combativo.
- No somos conspiracionistas: Buscamos la certeza, las ideas claras, reducimos lo que es ambiguo. Denunciamos al imperialismo; el terraplanismo y símiles son pasatiempos seudo-académicos. Sabemos que los cuentos de iluminatis y reptilianos son historias que fascinan a los adolescentes. Identificamos enemigos reales.
- Somos comunistas: “En el socialismo se comparten cepillos y canoncillos”, tonterías. Comunistas fueron Mariátegui, Vallejo y Heraud. Los apóstoles de Cristo tenían tremendas comunidades de bienes, nosotros buscamos algo más modesto: que los puertos, los bosques y el agua no sean propiedad de uno, sino que todos gocen de ellos.
- No somos colaboracionistas. No nos vendemos a un partido, ni a una campaña electoral. Sabemos que la realidad exige militancia y acción rápida, pero no creemos que las grandes organizaciones actuales representen un verdadero cambio. Militamos compromisos, sentimientos, acciones y principios, y nos movemos sobre ellos.
El intelectual comprometido está muy lejos de ser el modelo de ser humano y, si es honesto, lucha contra sus propias taras. Su papel no está por encima ni debajo de nadie, estamos al lado de las personas que quieren cambiar el orden injusto que es vigente. Buscamos cambiar las ideas dominantes que deshumanizan y estupidizan a nuestro pueblo, del que somos parte, ni más ni menos. La cantidad hace la calidad, y nuestro grano de arena se suma en la avalancha de los millones que luchan en todos los países por un mundo mejor.