Ayrton A. Trelles Castro
Primera meditación
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.
- John Donne
De noche, cuando no estás tú
Este mes no llueve, las ventanas no tienen lágrimas, ni las plantas rocío. Para hoy la noche ha dejado de aullar. Los postes flacos y solitarios vigilan la calle, mi puerta y la ciudad. Vives por ahí, caminando por tu cuarto, de vez en cuando tomas un poco de café, tus ojos devoran el espacio. Extraños pensamientos pasean sobre ti y vacilantes sombras se apoderan de una parte de tu alma. Resonando a lo lejos, al filo de la oscuridad, están los tambores vibrando en el enigma de tus pasiones. Es el lirismo, con su dulce flauta, toca tus sentidos. Quizá conmueva algo a este mundo que te veas al espejo y te animes un poco. Quizá el tiempo sólo sea pasar los dedos por las hojas secas del árbol más cercano, susurrarle tus deseos, abrazarlo, compartirle algo de lluvia para que no se termine de secar.
De madrugada, cuando no estás tú
Despierto, aunque todo el día tengo la sensación de seguir soñando. Veo las nubes cocerse en el lánguido y oscuro cielo del patio, la tenue luna alumbrar. Por más que esté oscuro, sé que no es de noche, todo lo delata, cada cosa parece una fresca flor recién cortada y puesta en un jarrón de agua fría. No sé cuántos días han pasado. Pero ninguno se parece, porque ando distinto, distinguiendo lo feo de lo bello, lo dulce de lo salado, lo amargo de lo agrio. Aunque aquí nadie lo sabe, cada madrugada me dedico a meditar, rezo por todos, así literalmente, porque es más fácil que enumerarlos, perdería el tiempo diciendo para quién tal cosa deseo que le pase. Al final repito varias veces “bendícenos”. Tengo la esperanza de que hoy no salga el sol, más bien, que un rayo de tus cabellos ilumine la mañana. Que amanezca el mundo y por encima estés tú, cantando con las aves.
Nadie te oye, nadie quiere pasar por donde los violines languidecen, por donde las cenizas revolotean al pisarse, donde cansadas manos ya no tocan las puertas, donde las ventanas se cubren de oscuridad.
De día, cuando no estás tú
Pasa rápido el tiempo, o eso creo. La verdad no lo sé, me distraigo con todo, aún creo que me falta vivir, sin embargo, prefiero embriagarme con el día, toda la luz se expande entre las páginas de los libros que abro, y solo junto las cortinas para que entre más luz. No escribo mucho, todo lo que me gustaría hacer es caer desde la tierra hacia el cielo, crecer por donde sea, como la mala hierba, que necesita poco para vivir. Mi ropa ajada no encuentra la forma de acomodarse a mi cuerpo que se escabulle como una sombra. Quiero aprender a tocar los instrumentos celestiales con los que cada ángel del paraíso le canta a Dios.
De tarde, cuando no estás tú
Me interesaría mucho saber si esta hora es como una paloma mensajera, que se aleja para ser devorada por la oscuridad. En la tarde ningún pájaro vuela y los perros empiezan a ladrar. Las cocinas hierven agua para la cena, los televisores encendidos no esperan que nadie los mire, el internet se pone flojo, la gente comienza a comulgar con sus viejos hábitos. Se acercan poco a poco a sus lechos, las almohadas les piden que ya se acuesten. La tarde es la tarde porque el frío se acentúa en cada silla. Trato de estirarme, vuelco mi cabeza hacia el techo y el fluorescente respetuosamente pide que agache la cabeza, es su hora de trabajar.
…..un día quise ser yo mismo y todos se espantaron de mí
Segunda meditación
Estoy triste, pero siempre estoy triste
- Pablo Neruda
El olvido sana

Hace falta estrujarse más hacia la tierra. Pisar el pasto, brillar debajo de cada rayo de sol. La vieja atmósfera revela miles de estrellas, planetas que nunca visitaré. Cuando de noche Becker se tumbaba al suelo, meditaba sobre las mujeres bellas que vivirían en otros mundos. Es extraño, cuando se mira el cosmos, algunos piensan en hallar riquezas, otros solo desean volar. Amasando las ideas, formando obsequios de mi pensar, suspiro y tenuemente me pongo poético, como si danzarinas palabras se agolpasen. Las nubes piloteando hacia donde nadie, se escabullen; ásperas formas caminan a mi alrededor. Agito los brazos para abrazar el viento, las voces de todo el mundo cantan cuando nadie las ve. Yo no quiero ver a nadie sin antes verme a mí mismo ser como pienso que soy. No hay nada más agotador, que sostenerse pintando los días que transcurren, que dibujar sobre la tierra el espacio en el que algún día me enterraran, que arrullar poemas en cada esquina. Nadie te oye, nadie quiere pasar por donde los violines languidecen, por donde las cenizas revolotean al pisarse, donde cansadas manos ya no tocan las puertas, donde las ventanas se cubren de oscuridad. Sé que andas por ahí. Donde estés, olvídate de mí. Y cuándo lo hagas, muéstrame cómo lo lograste.
Es mejor no extrañar
Quienes sufren no pueden meditar, porque los aturde su dolor; zumban las balas de la desesperación alrededor suyo. Por eso no me pueden acusar de ser un sufridor. Meditar no es motivo de tristeza, de repente es al revés. Realmente estoy feliz haciendo lo que dicta mi espíritu, me gustaría oírlo más, pero no se deja. La ciudad no da descanso en su vaivén para que pueda acercarme a aquello que podría, definitivamente, alejarme de toda tentación. Cristo en la cruz, realmente no podía pensar, todo su cuerpo era el dolor. Bienaventurados los crucificados, de ellos no será el reino de la introspección. Kant decía “atrévete a pensar”, ¿algún día pensó que su ciudad ya no sería alemana? En caso lo hubiera imaginado, ¿podría haber sentido nostalgia? El filósofo se queda corto cuando la añoranza lo absorbe. Pienso en ti cuando quiero ser absorbido, pero no me atrevo a saltar ese abismo. Lo observo, acaricio su contorno, paseo alrededor. Lo que haya ahí, no lo quiero conocer. Aparta de mí ese cáliz.