Montoya Cruces Kevin Helpy
Tiembla la tierra cuando la quena se queja al viento,
y aquellos árboles a medio doblar
bailan melodías de explosiones profundas
de un corazón de lava ardiente.
Se alzan los cerros, todos en pie de lucha,
con sus ponchos perforados,
levantan piedras en sus hondas,
arrojan oro con llanto
a un triste cielo grisáceo.
Los ríos truenan llenos de rabia
por correr hacia el inmenso mar,
salada mi suerte ¡Carajo!
por no tener nada que dar,
solo la vida y la sed calmar.
Entre los campos se oye un ladrido,
un perro esperando al amo,
se acerca la noche, aún no se anuncia,
mas, el perro recostado bajo la cruz,
en la grama siente de su amo el palpitar.
El tiempo es malo,
no se puede sembrar,
los frutos son ácidos,
los árboles rojos,
desnudos los tallos,
las hojas ahora cubren
los cóndores que ya no pueden volar.
La selva no es verde,
sin oxígeno para respirar,
la selva es de fuego,
con viles enemigos
que su tronco hay que talar,
no importa que sangren,
el dolor es solo del hombre
y del pobre animal.
Naranja el horizonte, el sol ya se va,
tiembla la tierra cuando la quena se queja al viento,
y los árboles a medio doblar
pronuncian el nombre de su madre
pidiendo ayuda,
pues, es ella la que siempre nos puede salvar.
Que me salten los gusanos,
que me una con mi madre,
el polvo se haga lodo,
porque la dualidad no existe
porque siempre fue unidad,
¡Que me perdone mi madre por no saberla cuidar!
