La varita mágica de las inversiones

Armando Trelles Castro

Aquellos que creen que un país puede prosperar en razón al automatismo del mercado simplemente justifican a un grupo privilegiado de empresarios que hicieron del gobierno una prolongación de sus intereses, y además han pretendido o pretenden fomentar la idea de que sus afanes de lucro corresponden al interés general. Es así como actualmente las empresas que disfrutan de los beneficios de establecerse en este país mantienen para con la comunidad política y sus instituciones gubernamentales (el Estado) una deuda millonaria y que no quieren pagar (Wayka, 2021).

Pero, a pesar de esto, sus defensores tratan por todos los medios de sembrar la idea de que establecer unas reglas justas ante este tipo de arbitrariedades, devendrá en el poco interés de los inversionistas de generar empresas y empleos en un país que busca cumplir con lo que sus leyes estipulan. No podríamos comprender esta situación del todo en tanto olvidemos que esas afirmaciones son una parte verdad y otra parte no. O mejor dicho, constituyen una creencia pertinente a las multinacionales, que demonizan el impuesto a sus sobreganancias, esta creencia resulta falsa, según el estudio de Saez y Zucman (Jaime Araujo-Frias, 2021).

Es cierto que en una situación en la que el empresariado decida no invertir, no podría generarse más empleo, pero eso no quiere decir que por el hecho de haber una producción lucrativa existirá más empleo, como con el caso de las corporaciones extractivitas. Tampoco podemos olvidar que el Estado tiene que colocarse entre la espada y la pared, por las condiciones en las que se encuentra, debe ver la manera de jugar bajo las leyes del capital, cuya relación tirante con la vida de los seres humanos en situación de precariedad, vuelve a las condiciones que el capital impone no rechazables.

Explicamos por qué. Debido a que las leyes del mercado terminan favoreciendo a los dueños del capital, éstos pueden sobrevivir más tiempo sin los trabajadores que los trabajadores sin ellos (Marx, 1970); de ahí que la relación tirante entre el poderoso gremio empresarial del país (CONFIEP) termine por acosar al gobierno y demostrarle que debe circunscribirse a lo que estipula un “buen comportamiento” evaluado por el “riesgo país”.

Fuente: Wayka, 2021

El aspecto curioso de la situación empieza cuando vemos desde otra perspectiva este tipo de cosas. ¿Por qué no pensar que es un acto de chantaje aquel donde la otra parte busca imponer sus condiciones amenazando dejar las negociaciones si no se aceptan sus caprichos? Por supuesto, y así se han acostumbrado las trasnacionales, que buscan en el tercer mundo aprovechar la mano de obra barata, la falta de tecnología y la apremiante situación por restablecer las economías. En realidad, lo nombrado constituye un drama actual, y es el problema del Perú.

Por otro lado, existe el argumento sesgado de parte de las élites. Porque acostumbradas a decir que el Estado no puede ser como un padre, ahora parece que olvidan aquello.

Lo más incómodo de esta situación está en relación con la forma en que las élites que han gobernado el país intentan perpetuar su praxis política mediante el apoyo (in)condicional a este tipo de actos. Pienso que es algo parcial porque no es parte de su discurso reclamar por el fin de la deuda externa peruana y latinoamericana. Mencionamos esto porque aquella deuda ralentiza el crecimiento de la capacidad adquisitiva de nuestras naciones, cosa que serviría para que exista más iniciativa empresarial, y si a esto sumamos la integración latinoamericana, para que exista un mercado común y comercio interregional, también podríamos salir de las condiciones desiguales en las que nos encontramos frente a los países del primer mundo. Sin dunda, esto no conforma el discurso de las élites porque prefieren andar lacayunamente detrás de las directrices que dan los países económicamente dominantes. Y, además, ponen en duda estos aspectos porque se hacen de la vista gorda en casos históricos, por ejemplo, que el Plan Marshall que salvó a Europa de la debacle pos-bélica, tuvo como principio perdonar el préstamo de reconstrucción de países como Alemania.

Por otro lado, existe el argumento sesgado de parte de estas élites. Porque acostumbradas a decir que el Estado no puede ser como un padre, ahora parece que olvidan aquello. Son los primeros en pedir que, si alguien se empobrece o es pobre, no puede echarle la culpar al gobierno de su situación, pero son los primeros en echar la culpa de su situación al gobierno. ¿Cómo es el asunto entonces? Parece que el Perú sólo les interesa cuando está constituido como la marca que les produzca ganancias y no como el país en búsqueda de un futuro mejor para los peruanos y, sobre todo, para aquellos que, golpeados por estas circunstancias, demandan que el Estado cumpla sus leyes y haga respetar la autoridad delegada, aquella que le dio legítimamente el pueblo para que gobierne para él mismo.

Referencias bibliográficas

Araujo-Frias (2021, 26 de septiembre). Tanto en la izquierda como en la derecha, muchos están convencidos de que, hoy por hoy, gravar a las corporaciones multinacionales resulta prácticamente imposible. Facebook. https://www.facebook.com/photo?fbid=10159380531285340&set=a.10154647045395340

Marx, K. (1970). Manuscritos: Economía y Filosofía. Francisco Rubio Llorente (trad.). Alianza Editorial.

Wayka (2021, 30 de octubre). Millonarias deudas que las grandes empresas no quieren pagar. Facebook. https://www.facebook.com/waykaperu/photos/a.586123314805406/4485256018225430/

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