John Montalvo Romero
Los últimos acontecimientos relacionados al caso del comunicador Christian Hudtwalcker y el congresista por Perú Libre, Alex Flores, han puesto -una vez más- en tela de juicio el trabajo que desempeñan los periodistas en el Perú. Esta vez se da a raíz del tenso momento que se vivió en la “entrevista” que Hudtwalcker intentó realizar al parlamentario, cuando este último acuso al comunicador de recibir órdenes de su patrón, generando que el locutor pierda los papeles y tilde de “muerto de hambre” al congresista. Una situación bochornosa, pero sobre todo llamativa, haciendo que muchos empiecen a cuestionar el funcionamiento del periodismo en el país.
Conviene mencionar que este caso es apenas un episodio de una extensa obra del declive del periodismo nacional, debido a que existen diversos ejemplos acerca de la degradación de esta noble profesión. Así lo diagnosticaba el desaparecido periodista César Levano cuando mencionaba lo siguiente:
El periodismo del Perú adolece de crisis. Una crisis que se ahonda en el momento más desgarrado de nuestra historia, cuando se requiere un periodismo con alto sentido nacional y social, profesionalmente diestro y moderno, que actué, además, con severo rigor ético. (Lévano, 2011)
En tal sentido, es menester intentar señalar algunos puntos de quiebre que permiten que estos singulares casos sean recurrentes en un país opacado por la incertidumbre.
En principio, debemos apuntar que una de las razones para la aparición de esas aberrantes formas de hacer periodismo es la clasificación que tienen los medios de comunicación para indicar quienes deben estar al frente de un micrófono o una pantalla. Son ellos los principales responsables de la barbarie del periodismo, puesto que los requisitos que demandan se centran en la afinidad política e ideológica. Y no se pretende descalificar esta medida, totalmente aceptable, sino que además de dicha afinidad, otro requisito indispensable parece ser la estupidez. En el Perú, lamentablemente, se premia la mediocridad, la superficialidad y la indiferencia, y el periodismo es una muestra de ello.
Harían falta páginas enteras para señalar ejemplos que demuestren el pobre nivel del periodismo peruano, aclarando, por supuesto, la existencia de honrosas excepciones que intentan revertir tan pésimo panorama.
Harían falta páginas enteras para señalar ejemplos que demuestren el pobre nivel del periodismo peruano, aclarando, por supuesto, la existencia de honrosas excepciones que intentan revertir tan pésimo panorama. Sin embargo, en este breve espacio tocaremos dos ejemplos que corroboran lo antes mencionado. Un reciente y a veces desapercibido ejemplo es lo ocurrido con las elecciones presidenciales que culminó con acusaciones de fraude, y que la prensa alentó mediante la especulación y el caos, amparados en la no existencia de la objetividad. Pero veamos, si un tipo cree haber visto un ovni en su casa y sin prueba alguna decide ir a los medios para dar a conocer lo que según él ocurrió, ¿Cuál debería ser el accionar de estos medios? Bajo una lógica elocuente se debería buscar algún indicio convincente para demostrar lo que el sujeto menciona, de no ser así caer en la especulación de una llegada alienígena sería irresponsable. Pues bien, con esto se puede identificar que, si bien la objetividad no existe, es innegable la relevancia de los hechos objetivos, ya que estos permiten evidenciar hechos noticiosos, algo que no se tomó en cuenta al momento de brindar espacios en señal abierta para la conspiranoica teoría del fraude electoral.
Así también, otro ejemplo es el cargamontón que sufrió el tristemente fallecido Pierre Manrique, el periodista deportivo que anunció que el entonces delantero de la selección peruana de fútbol, Paolo Guerrero, había dado positivo en la prueba antidoping en el encuentro contra Argentina en el 2017. Esta noticia, que desde el periodismo debió ser celebrado por las buenas fuentes cultivadas por Manrique, fue criticable por quienes se creían expertos en periodismo deportivo, que lanzaron calificativos como “traidor” o “soplón”, haciendo que Pierre termine aceptando unas vacaciones forzadas a causa de su buena labor como periodista. Es así como vemos que ni el periodismo deportivo se salva de la pleitesía a la mediocridad.
En definitiva, viendo los diversos casos en los que se mancilla la profesión del periodismo, resulta necesario plantearse cambios que, gusten o no, nacerán de las entrañas de los medios de comunicación, la academia y de los propios periodistas. Cambios que apunten a un Nuevo Periodismo, como el del escritor estadounidense Tom Wolfe, o como la Fundación para un Nuevo Periodismo del periodista y escritor colombiano Gabriel García Márquez, que buscaron replantear el periodismo, pero con la única peculiaridad de que en el Perú lo revolucionario de un nuevo periodismo será hacer simplemente periodismo.
Referencias bibliográficas
César Levano. (2011). Últimas noticias del periodismo peruano. Lima: UIGV