Cuando no aprender del pasado nos puede llevar a la extinción

Esteban Cuoto

Una de las series de televisión más recordadas de los años 90 es la comedia de situaciones “Dinosaurios”. Utilizando animatronics que daban vida a los protagonistas (Earl, Fran, Robbie, Charlene y Bebé Sinclair), la serie cumplía con los estándares de comedia establecidos para su tiempo y cierto perfil didáctico que le daba funcionalidad ante los conflictos que, por entonces, ya eran pan de cada día para aquella generación.

Uno de los problemas en el que mayormente incidían en sus capítulos era el cambio climático y el impacto ecológico del que es víctima el planeta y sus formas de vida más pequeñas, a manos de la representación fidedigna de las grandes empresas explotadoras en la ficticia WeSaySo (y su dueño, el señor Riechfield) y su afán de usufructuar los recursos naturales sin importar las consecuencias que esto acarrea.

Es precisamente el trágico y, a la vez, traumático final de “Dinosaurios” lo que mejor ejemplifica este punto y el objetivo real de que Michael Jacobs y Bob Young hayan creado esta serie. Con un título así y una lógica narrativa de ese calibre, no se podía pensar en otro final para la historia que no sea la extinción de toda la especie. El argumento radicaba en el motivo definitivo que desencadenaría tal suceso. Y es aquí donde el carácter crítico de la serie toma forma a través de una metáfora asida a un hecho devastador pero real y que compete directamente a la audiencia: los altos niveles de contaminación y la inacción de la gente ante el evidente impacto ambiental.

Esta alegoría, curiosamente, en ese último capítulo deviene, como lo explicaron los creativos del programa, de la extinción de una forma de vida menor y, supuestamente, prescindible según lo expuesto por el tonto protagonista y patriarca de la familia, Earl Sneed Sinclair. Este, a toda costa, busca soluciones alternativas para “no afectar” su puesto de trabajo y el de muchos dinosaurios en WeSaySo (empresa causante de la desaparición del pantano donde se reproducen los escarabajos de primavera). Earl argumenta que dependen de ello para subsistir, y no piensa en el daño que produce al ecosistema el ir talando árboles indiscriminadamente y destruyendo hábitats para levantar fábricas con fines absurdos (en dicho capítulo se acaba con el sitio de reproducción de los escarabajos para hacer una fábrica de frutas de cera).

Lo absurdo de la situación es que, en lugar de resolver el problema optando por intentar recuperar el ecosistema arrasado, deciden seguir destruyendo otras formas de vida en aras de su “comodidad”. Con el fin de acabar con las enredaderas que se cuelan en sus casas, los dinosaurios optan por usar ácido corrosivo que termina por dejarlos sin alimento. Y para que llueva y vuelva a crecer la yerba, hacen erupcionar los volcanes, lo cual, en vez de lograr tal cometido, causa una densa nube que cubre el cielo, dejándolos en medio del frío y la oscuridad.

Cuando Earl llama a su jefe, el señor Riechfield, para pedir disculpas por sus ideas disparatadas que iniciaron la hecatombe, este último le responde que no hay problema, puesto que el intenso frío que asola toda Pangea ha generado más ganancias que nunca a WeSaySo (todos compran ropa, cobertizos y demás objetos para guarecerse del frío bajo esa marca). “Estoy feliz, ya no sé qué hacer con tanto dinero”, exclama Riechfield tiritando.

La parte más triste es que, sin más recursos para remediar el daño, Earl no sabe qué responder ante las inocentes preguntas del Bebé Sinclair: “¿Nos vamos a mudar?”. “No hay más a donde ir”, responde Earl. “¿Y qué pasará con nosotros?”, a lo cual nadie sabe qué responder, generándose un trágico e incómodo silencio hasta las palabras finales del padre: “Pase lo que pase, solo sé que todos estaremos unidos…”. Unidos, como familia, enfrentándose a un escenario apocalíptico, con el sello de extinción.

28 años después, nadie parece haber aprendido

La mordaz crítica a las grandes empresas que depredan los principales recursos del planeta es más que evidente en la serie televisiva “Dinosaurios”. Su cancelación se debió al alto costo de mantenimiento de los animatronics; sin embargo, tocar temas tan delicados a lo largo de sus cuatro temporadas y el constante enfrentamiento a estas empresas que pisotean el medio ambiente y sugieren soluciones absurdas ante los desastres ecológicos que provocan, pueden ser parte del porqué que subyace la razón aparente de su salida intempestiva de la programación habitual.

Las verdades suelen ser incómodas, pero están ahí, alertándonos de lo que está sucediendo y de las acciones que debemos tomar como seres humanos ante la destrucción de nuestro ecosistema. Parte de esta verdad es la lucha contra esos poderes que anteponen los intereses empresariales por encima de las vidas que afectan con sus prácticas para hacer dinero.

La negligencia y desfachatez de Repsol es tal que, tras un segundo derrame, no ha dudado en mentir nuevamente para no hacerse cargo del perjuicio causado, emitiendo un comunicado que redefine el nuevo derrame llamándolo “afloramiento controlado de remanentes”. Una nueva muestra de que a esta empresa solo le importa la fortuna que se les escapa de las manos, mas no las incontables vidas que se han visto afectadas a raíz de la catástrofe.

Hace 15 días, en nuestro país, un derrame de petróleo en las costas de la capital, provocado por la negligencia y mala praxis de la empresa transnacional Repsol, ha venido afectando hasta hoy el mar peruano y a toda forma de vida que se ha topado con la marea negra. Está demás decir que esto incluye la seguridad de varios trabajadores subcontratados por la empresa para la limpieza del desastre ecológico, quienes no tienen experiencia necesariamente en dichos avatares.

La negligencia y desfachatez de Repsol es tal que, tras un segundo derrame, no ha dudado en mentir nuevamente para no hacerse cargo del perjuicio causado, emitiendo un comunicado que redefine el nuevo derrame llamándolo “afloramiento controlado de remanentes”. Una nueva muestra de que a esta empresa solo le importa la fortuna que se les escapa de las manos, mas no las incontables vidas que se han visto afectadas a raíz de la catástrofe.

Así como en la serie “Dinosaurios”, hay un dueño avaro al que no le interesa pisotear vidas que considera menores con tal de llenarse de billetes. Una empresa que está devastando el planeta con tal de conseguir imponer su marca y, peor aún, minimiza los daños con el fin de no gastar sus ganancias, y tira la pelota a otro lado a ver qué tonto la agarra y se hace cargo del problema. Políticos que solo se dedican a observar los daños y comentan lo que les conviene, según su agenda. Una sarta de sicarios mediáticos pagados por las grandes empresas que minimizan aún más el hecho, diciendo que “está horrible, pero se puede limpiar” o dando cobertura a quien defiende más el capital empresarial que el ecosistema. Uno o varios Earl Sinclair que dan soluciones absurdas ante un desastre del que la empresa culpable (y solo esta empresa) debería hacerse cargo, además de pagar por la calamidad que generó su negligencia. Aunque este detalle del dinero sería puramente simbólico: el daño ambiental ya está ahí, es casi imposible remediarlo sin dejar secuelas, y miles de especies están extinguiéndose irremediablemente ante la desidia e inacción de Repsol y cierta parte de la población.

Quizá los días pasen y este terrible hecho quede solo en las páginas negras de nuestra historia. Quizá cuando nos decidamos a hacer pagar a la empresa Repsol ya sea muy tarde y tengamos que enfrentar, al igual que los personajes de la serie “Dinosaurios”, una extinción inminente e inevitable. Esperemos que la realidad no termine superando, trágicamente, a la ficción.

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