Elvis Mendoza Mendoza
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El concepto de interculturalidad viene siendo usado en muchos sentidos, aunque esto no es exclusivo de este concepto, sino los hay sobre muchos otros. Sin embargo, consideramos que algunas acepciones pueden ser plausibles en la medida que reflejen o se acerquen al contexto real desde y para las que se piensa. En tal sentido, consideramos oportuno reflexionar acerca de este concepto en base a algunas breves precisiones, ya que, en el abordaje de problemas principalmente las referidos como conflictos socio-ambientales en el contexto de las políticas extractivistas de los Estados neoliberales, se usa el concepto con muchas ambigüedades y reduccionismos que tergiversan el enfoque intercultural, o peor aún ignoran y silencian a las propuestas contextuales y latinoamericanas, y precisamente, a la perspectiva de la interculturalidad crítica.
Esta perspectiva crítica (y filosófica) necesariamente demanda o implica la propuesta “ética-política” (Tubino, 2015); esta presupone, además, varias teorías y propuestas, entre ellas, va acompañada necesariamente con el proyecto decolonial, se apoya en la teoría de la alteridad para fundamentar la práctica del reconocimiento del otro en las relaciones entre diversidades; asimismo, promueve el diálogo entre culturas (no solo en situaciones de conflicto sino en la práctica cotidiana); entre otras propuestas. Todas estas necesariamente implican o encuentran sentido en la perspectiva intercultural en la medida que son contextuales, dinámicas (y dialécticas) en su abordaje acerca de las relaciones entre las culturas, en situaciones de conflicto.
Para ello, empezamos formulando dos interrogantes en torno a ello intentaremos reflexionar, estos son: ¿Qué es pensar las problemáticas relacionadas a las diversidades culturales y en el contexto de conflictos denominados socio-ambientales, desde la perspectiva intercultural crítica?, y ¿desde qué nociones del concepto se debe pensar sobre las problemáticas referidas?
Por interculturalidad entendemos algo que puede estar presente en cualquier persona, que puede darse en el encuentro entre dos personas, por decirlo en un sentido más básico del concepto. Al respecto, el principal representante de la filosofía intercultural, Fornet-Betancourt (2001) refiere que la interculturalidad es una cualidad que cualquier persona y de cualquier cultura puede obtener, dado que esta no debe limitarse a la dimensión estrictamente racional, lógica o filosófica; es decir, no es solo un tema teórico, sino fundamentalmente experiencia, la cual, se da en la praxis y en la vida cotidiana de las personas, en el encuentro y en el contacto con el otro, donde se comparten vida e historias. Por ello, el autor nos sugiere que el concepto de interculturalidad debe ser entendido como saber contextual, cultivado como un saber práctico y de manera reflexiva.
Walsh (2005) por su parte, desde la propuesta pedagógica nos aclara que no debe ser entendido como un simple contacto “entre culturas”, “sino un intercambio que se establece en términos equitativos, en condiciones de igualdad” (p. 4) no solo como meta, sino también como un proceso permanente de relación entre personas que aprenden, desarrollan sus capacidades anteponiéndose (no negando) a las diferencias culturales y sociales existentes. En términos educativos podríamos concebir y relacionar con el desarrollo de competencia intercultural.
En tal sentido, la interculturalidad tampoco se reduce a un simple reconocimiento entre culturas en su sentido descriptivo como lo hace el multiculturalismo anglosajón o el interculturalismo funcional (el oficial en los Estados neoliberales), sino es un proceso de actividad cotidiana que no niega las diferencias ni los ve la desigualdad y el conflicto como algo natural (o como aceptables e ignorables). Por el contrario, la interculturalidad, desde la perspectiva crítica, parte de la toma de conciencia de la existencia de desigualdades culturales (y económicas) que se reflejan en las relaciones desiguales de poder entre las culturas y entre sus miembros, lo cual es la que genera desequilibrios y desigualdades culturales, y económicos al mismo tiempo (Tubino, 2015); en ese escenario, originan necesariamente relaciones conflictivas.
La interculturalidad, además, no se limita solo a construir identidades de las culturas históricamente marginadas. Si bien lo ve como algo importante, no se entretiene ni se reduce a esto, así como nos muestran mediáticamente y desde la permisibilidad y el amparo del interculturalismo funcional con enorme arraigo en las instituciones de los Estados modernos-monoculturales como es el caso del Estado peruano. Limitarse solo en promover la identidad cultural, a la larga genera islas culturales que no desarrollan competencias (o capacidades), de relaciones entre culturas (o interculturales). En ese escenario, el contacto de estas (las culturas), estará siempre propenso a suscitar posibles encuentros conflictivos.
«(…) la interculturalidad, desde la perspectiva crítica, parte de la toma de conciencia de la existencia de desigualdades culturales (y económicas) que se reflejan en las relaciones desiguales de poder entre las culturas y entre sus miembros, lo cual es la que genera desequilibrios y desigualdades culturales, y económicos al mismo tiempo».
Esta forma de entender la interculturalidad viene calando la mentalidad de muchos. No solo está presente en quienes ven a los pueblos originarios de culturas históricamente marginadas y silenciadas como algo inferiores o como objeto de distracción y entreteniendo. Así, con esta noción se muestra a los pueblos originarios y sus culturas como prácticas meramente identitarias, de las que se puede usar, además, con fines meramente comerciales para actividades turísticas de distracción, y no de relación o de encuentros fructíferos de intercambio y respeto mutuo, es decir, encuentros interculturales.
Por tal contexto, la interculturalidad también tiende a ser reducida como aquella práctica donde se construyen y promueven identidades culturales. Estos reduccionismos se van interiorizando en los mismos miembros de las culturas marginadas y excluidas. Esto se refleja cuando algunos solo se limitan a mostrarse sobre lo orgullosos que son de sus pueblos (y culturas), lo cual no está mal, pero (al limitarse a eso) ignoran los graves problemas de desigualdad, exclusión y hasta represión a través de los cuales se impone una forma de desarrollo (a través de proyectos mineros extractivistas) desde las grandes empresas transnacionales con enorme poder mediático y político en las instituciones del Estado y en la toma de decisiones políticas.
La cultura del entretenimiento no solo hace ignorar a las víctimas sus propios problemas, sino también los ocupa con la promesa de la fama, haciendo creer que cada quien puede ser su propio jefe si ignora sus limitaciones y las particularidades de su contexto social (y cultural). El poder y la cultura del entretenimiento cala en las mentalidades y con cierta facilidad logra que sus víctimas huyan de sus problemáticas reales, a pesar que lo que se impone como una forma de desarrollo en los pueblos originarios, es ajeno y contrario a las propias prácticas culturales, poniendo en peligro el libre desarrollo y evolución de prácticas culturales y su cosmovisión andina.
En consecuencia, consideramos que las medidas de lucha protagonizadas por los pueblos originarias o comunidades campesinas donde se desarrollan las actividades mineras extractivas, no solo deben ser entendidas reduciéndolas meramente a problemas ambientales y económicos, sino también implica entender que estos pueblos, explicita e implícitamente, también exigen que sean reconocidas en sus distintas formas de pensar, sentir, conocer y hacer sobre su propio entorno sociocultural, que sean oídos sobre sus perspectivas de lo que es desarrollo. Pero también, en el fondo, resisten a someterse a la dictadura del extractivismo impuesta desde las políticas neoliberales. Por ello, consideramos el discurso del enfoque intercultural frente a las problemáticas relacionadas a los conflictos socio-ambientales latentes en la actualidad, implica entender de manera crítica.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Fornet-Betancourt, R. (2001). Transformación intercultural de la filosofía. Desclée De Brouwer
Fornet-Betancourt, R. (2009). De la importancia de la filosofía intercultural para la concepción y el desarrollo de nuevas políticas educativas en América Latina. S. Oloskonka y J. J. Obando (Eds). Interculturalidad crítica y descolonizacón. Fundamentos para el debate. Instituto Internacional de Integración. 67-183
Tubino, F. (2015). La interculturalidad en cuestión. PUCP.
Walsh, C. (2005). La Interculturalidad en la educación. UNICEF.