Benjamín D. Huisa-Cruz
bhuisa@unsa.edu.pe
La poesía busca que entre todo lo vivido exista un silencio que signifique una palabra, que hable desde la cotidianidad de lo que realmente somos. La lengua es nuestro principal instrumento para interpretar el mundo y describirlo a nuestra manera, en base a nuestras experiencias y nuestro entorno social. Así, la poesía como extensión de la lengua, es la perfecta forma de comunicar lo incomprensible a los sentidos comunes. Sin embargo, la poesía no es solo un conjunto de términos figurativos que evocan el recuerdo del barroco del siglo de oro español, sino también es la interpretación del mundo cotidiano, del día a día. Y allí está el reto: encontrar la belleza en lo horrible y repetitivo del día a día. Ya lo decía Jorge Pimentel “la poesía no estafa, la poesía siempre dice la verdad”. Esto porque la literatura se encuentra en total conexión con la vida cultural y social.
A pesar de lo repetitivo de la vida cotidiana la poesía busca generar nuevas experiencias en base a lo vivido. De esta forma, la poesía busca la apropiación de lo habitual, haciendo que lo lírico sea aún más humano. José Watanabe en su poemario Historia natural, comenzaba uno de sus poemas de manera más cotidiana posible:
Mi hermana mayor pica perejil
con habilidad que se diría congénita,
y el olor viaja instantáneo a fundirse
con su otro.
Su otro está en una lejana canasta de hierbas de sazón
que bajaba del techo, una canasta
ahora piedra fósil
suspendida
en el aire de nuestra cocina que se acabó
«la poesía no es solo un conjunto de términos figurativos que evocan el recuerdo del barroco del siglo de oro español, sino también es la interpretación del mundo cotidiano, del día a día. Y allí está el reto: encontrar la belleza en lo horrible y repetitivo del día a día. Ya lo decía Jorge Pimentel ‘la poesía no estafa, la poesía siempre dice la verdad.»
En el poema evocaba el olor del perejil como un recuerdo que anunciaba la llegada de su padre, un japonés que añoraba la cocina tradicional que había dejado en Japón al migrar al Perú.
Por otro lado, Jorge Pimentel declaró siempre que la poesía estaba en las calles, que solo hacía falta coger un lapicero y una libreta. En Pimentel encontramos diferentes formas de describir la sociedad limeña de los 70’s, narrar desde la propia subjetividad de testimonio realista y coloquial de la ciudad. En Kenacort y Valium 10 comienza un poema describiendo:
“La calle y los millones de personas esperando colectivo/ Y mujeres con sus niños al brazo, mujeres solitarias/ Y hombres de trabajo mordiéndose los labios/ Hace frío. El café por el otro lado de la calle/ donde corre un viento que no te cuento”.
La poesía busca en lo cotidiano su verdadera razón de ser, la descripción de lo humano. Por su parte, Antonio Chumbile evoca la cotidianidad del amor como un aspecto simple y a la vez complejo de la vida. El amor como lo común entre los seres humanos, que sin embargo es diferente desde nuestras subjetividades. El amor como lo más humano y por lo tanto menos comprensible a través del lenguaje. Como “dos noséqué” que nos cuesta expresar:
pero nosotros también hacemos el amor como tres seres humanos
como tú, nosotros y yo
como Ernesto Grimanesa o Jesús Basilio Auqui
como la gente del siglo XXII que no podrá existir
como todo lo que sobra en el mundo pero HACEs FALTA
dos hermosos y tiernos etcéteras
hacemos el amor como lo hacían Arguedas y Whitman
Vallejo y tu Mamá
como dos Noséqué
En conclusión, la poesía no carece de humanidad ni es solo idealista, sino que refleja la humanidad desde lo cotidiano que afecta a todo ser humano. La poesía desde la cotidianidad rompe con nuestra idea de “belleza” encontrándola en los lugares menos explorados, desde nuestra propia manera de interpretar nuestro mundo.