La política también se enseña

Ayrton Armando Trelles Castro

atrellesc@unsa.edu.pe

Todo acto político es educativo y todo acto educativo es político. Esta afirmación es parte de una reflexión del pedagogo Paulo Freire (Marín, 1978, párr. 11). Tener conciencia de lo mencionado, hace notar que diariamente existen actos políticos que son educativos, porque nuestra tendencia al aprendizaje es natural. El acto de enseñar y aprender, hasta en lo cotidiano, nos encamina a comportarnos de una determinada manera. Por eso, es importante saber que aquello que se hace constituye un ejemplo que podría imitarse.

La política es un acto educativo

Uno de los problemas que más comunes es no percibir que los actos educativos son políticos y viceversa. Por ejemplo, la educación suele condicionar al receptor del conocimiento. De esta manera, se educa a un sujeto forzado a aprender pasivamente. Es decir, ocurre una selección de lo que debe saberse o no. Así es como la forma propia de pensar es remplazada por una ajena y, a su vez, determinada, con la que se aprecian las cosas. El problema de lo mencionado, en nuestras circunstancias históricas, es que una educación así, deviene en el desprecio al conjunto de conocimientos de los cuales se valen las personas, porque un ser humano está sujeto a su contexto.

A través del acto educativo, donde las personas aprenden a obedecer1 y, por lo tanto, pierden el sentido crítico, se intenta, supuestamente, dejar de lado la política. Aunque, es bueno enfatizarlo, sí está presente. Por esa razón, intentar extirpar la política es un acto político. Lo cual es común es la educación básica, de tal manera que para los alumnos implicarse en lo político no es algo saludable. Eso es lo que les enseñan a creer.

La educación está determinada por su contexto. Está condicionada por la sociedad y su sistema. El sistema es histórico, esto quiere decir, que nuestra comunidad política (llámese sociedad), se rige bajo condiciones de vida muy diferentes a las de otros estadios de la historia. En esta época, existe un consenso algo peligroso, esta idea compartida inculca la creencia de que el ejercicio de la política está circunscrito sólo a los cargos gubernamentales. Por lo que así se genera la idea de la poca necesidad de ésta en la formación de las personas. Tal hecho conlleva a dar una de las razones por las que el curso de política no existe en la educación básica. A pesar de ser una de las actividades más importantes, porque nos relacionamos políticamente con nuestra comunidad.

La despolitización es en realidad una politización socapada. Esta situación tendría que revertirse. Es decir, ponerse de pie. Pero para poner de pie la política, es necesaria la autoconsciencia. No sólo basta con la conciencia, porque eso significa tener idea del problema, lo cual no basta. Para poder revertir lo invertido, además de tener idea del problema, es necesario fijarse que se está dentro del problema.

Un mundo sin política haría imposible la coexistencia y, a su vez, es imposible la existencia por cierto tipo de políticas. La interacción humana es política, sea cual sea el fin que persigue, tanto para generar bien o mal. Políticamente necesitamos de coordinar, gestionar, argumentar, con los semejantes, con el fin de reproducir nuestras condiciones de vida. Sin embargo, si nos preguntamos dónde es aprendida la política, se percibe que ésta es aprendida mediante los actos de los que ocupan un cargo en las instituciones del gobierno. Es decir, aprendemos lo que es la política a partir de la praxis de los representantes. Y el desprestigio o prestigio que tiene el quehacer suyo. En muchos casos, el resultado de las acciones que esos representantes ejecutan, conlleva a suponer que hacer política es sinónimo de corrupción.

Poner de pie lo que está de cabeza

La despolitización es en realidad una politización socapada. Esta situación tendría que revertirse. Es decir, ponerse de pie. Pero para poner de pie la política, es necesaria la autoconsciencia. No sólo basta con la conciencia, porque eso significa tener idea del problema, lo cual no basta. Para poder revertir lo invertido, además de tener idea del problema, es necesario fijarse que se está dentro del problema.

La politización, como un movimiento cuya pretensión es voltear lo que está de cabeza, entraña pues el gran reto de llenar de contenido a la política, para que su forma sea a su vez, diferente. Esto implica, luchar en contra de esa labor que la derecha alternativa –el movimiento más rebelde y popular del conservadurismo y hasta del nuevo fascismo– ha logrado hacer al aprovecharse de las necesidades de la población, buscar chivos expiatorios, culparlos y acrecentar sus adeptos (Stefanoni, 2021). Esos movimientos reaccionarios, se muestran como una nueva opción, sin embargo, arrastran consigo prejuicios y consignas contra las víctimas del sistema. Incluso con su postura, vemos lo mismo que hemos descrito, es decir, la incomodidad de las personas afectadas por la crisis política y económica, aprovecharlas para instrumentalizarlas y hacerlas funcionales a las pretensiones de grupos de poder económico, altamente politizados, que buscan universalizar su lucha utilizando la fuerza de las masas en contra de ellas mismas.

Para llenar de contenido la política, es necesario expurgar la idea que la política corrompe, que es algo tan consentido en nuestro medio (Araujo-Frias, 2022). Pensar que la política es la causa de la corrupción es presuponer que el ejercicio del poder (lo político), es por sí mismo algo malo. Pensar que el poder implica dominación, explotación y corrupción, tiene una historia detrás. Porque tales ideas son parte de una construcción teórica donde la política y el poder, vistos como algo malo, aparecen legitimados, debido a que se acepta como algo natural ese hecho. De ahí que sea ampliamente difundida la idea siguiente: meterse en política es malo. Al contemplar aquella posibilidad, se genera esa creencia. A este fenómeno se le conoce como corrupción política (Araujo-Frias, 2022). La propuesta, en todo caso, es cambiar aquella mentalidad, para que se tome conciencia de esa situación y, a su vez, coraje para combatir la corrupción, lo cual se hace políticamente.

Conclusión

El ejercicio del poder, es decir la política, debe enseñarse en la educación básica, porque “la política debe ser la ciencia de cómo servir al pueblo y no cómo servirse de él” (Bautista referenciado por Araujo-Frias, 2019, párr. 6). La política es parte de las humanidades, así como el acto de enseñar, que es un acto político. Aprender que hacer uso del ejercicio del poder es servir a los semejantes y no servirse de ellos, es un paso con el cual podría, tal vez, iniciarse la transformación de una sociedad donde se presupone que la política, el poder, son factores de corrupción.

Referencias bibliográficas

Araujo-Frias, J. (2022). Cambiar la mentalidad para combatir la corrupción política. Universidad Y Sociedad, 14(S1), 349-354.  https://rus.ucf.edu.cu/index.php/rus/article/view/2637.

Araujo-Frias, J. (2019). “Contra una política que huele y duele”. Iberoamérica Social. https://iberoamericasocial.com/contra-una-politica-que-huele-y-duele/

Marin, K. (1978). Paulo Freire: «La educación es siempre un quehacer politico». El País. https://elpais.com/diario/1978/05/20/sociedad/264463223_850215.html .

Stefanoni, P. (2021). ¿La rebeldía se volvió de derecha? Cómo el antiprogresismo y la anticorrección política están construyendo un nuevo sentido común (y por qué la izquierda debería tomarlos en serio). Siglo XXI.

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