Terrorismo y Día de los Santos Inocentes

Alonso Emilio Castillo-Flores

acastillof@unsa.edu.pe

La palabra “terrorismo” en el Perú ya es parte del vocabulario elemental del peruano promedio, acólito y portavoz de la casta criolla que tiene el poder del Estado. Si alguien es efectivamente terrorista, no queda más esperar que sea señalado como tal. Pero al pequeño comerciante, empleado, o ambulante que salga a protestar y se le llame “terrorista” no solo resulta una maniobra reprobable y eficaz, sino también cobarde y vil. Llamar “terrorista” al inocente y dispararle es una de las aberraciones más conocidas por el pueblo peruano.

El 28 de diciembre se conmemora el Día de los Santos Inocentes, en honor a los niños menores de dos años nacidos en Belén, asesinados por órdenes del Rey Herodes I. La hipocresía de nuestro clero católico no podrá asociar a estos niños inocentes con los menores de edad asesinados durante las protestas de diciembre en el sur del país. Eran menores de edad D.A.Q. (15) y R.P.M.L. (16), ambos del departamento de Apurímac, E.N.V.A. (17), de La Libertad, y J.T.C. (17), de Junín. Las vidas de estos adolescentes no valen para los asesinos: y para limpiarse las manos de Pilatos deciden llamarlos “terroristas”.

Esta práctica en el Perú no es nueva. En los primeros años de la guerra contra la subversión senderista, Luis Cisneros Vizquerra, “El Gaucho”, entonces ministro de guerra, dijo en una entrevista a la revista Que Hacer: “Para que tengan éxito las fuerzas de seguridad, tendrán que empezar a matar senderistas y no senderistas por igual (…) Matarán a 60 personas y quizás tres serán senderistas, pero dirán que las 60 eran senderistas” (Youngers, 2003, p. 77). La actitud genocida y el terrorismo de Estado durante el gobierno del “decentísimo” Belaúnde Terry queda clarísima en tan cínica y pérfida declaración. ¿Dónde quedaban las vidas de los 57 inocentes?

2 000 mujeres declararon que fueron intervenidas sin consentimiento, bajo chantaje o con engaños. Se les decía literalmente que ya no iban “a seguir pariendo como un animal” (Uchoa, 201). El 2021 el Clero de la iglesia mandó a votar por la hija de Fujimori, el 2022 permitió que francotiradores disparen a los manifestantes desde el techo de la Catedral en Huamanga.

Años antes, ese gobierno ni si quiera veía guerrilleros subversivos en las acciones de Sendero Luminoso, para ellos eran simples “abigeos”, serranos ayacuchanos dedicados al robo. Decía el filósofo español Jorge Santayana que quien no conoce su historia está condenado a repetirla, pues bien, no es novedad que el actual presidente del congreso puede llegar a ser presidente de la república. Pedro Williams Zapata, entonces mayor de infantería, fue acusado de encubrimiento de la masacre de Accomarca, Ayacucho, en 1985, dirigida por Telmo Hurtado, “el carnicero de los Andes”, en coordinación con la Base de Contraguerrillas de Vilcashuamán. 

69 comuneros fueron asesinados, dentro de ellos niños, tal vez pensaban que 3 o 4 de los campesinos eran terroristas. Los varones fueron torturados y las mujeres violadas. Celestino Baldeon, presidente de una asociación de las víctimas de Accomarca lamentaba así el hecho: “¿Cómo es posible que un militar entrenado y armado mate a campesinos quechuahablantes? ¿Cómo un niño de tres meses de nacido sería terrorista? Ese dolor no sale de mi corazón” (Meneses, 2021).  

“¡Soy inocente!” se declaró Fujimori en el “megajuicio” de 2007, pero inocentes fueron las miles de víctimas de su gobierno dictatorial. No se sabe cuántos actos violentos atribuidos a la subversión fueron en realidad obra fujimontesinista. Pero se sabe que el incendio del Banco de la Nación fue perpetrado por Montesinos con un plan del SIN para generar caos durante la Marcha de los Cuatro Suyos contra Fujimori, el 28 de julio del 2000. Era una jornada multitudinaria y pacífica. En el incendio murieron seis trabajadores, seis peruanos inocentes en manos de delincuentes infiltrados. A Montesinos se le dieron solo 10 años de prisión por delito contra fe pública, cuando correspondía la figura de homicidio calificado (Páez, 2019). Actuaron tal como los nazis con el incendio del Reichstag, inculpando a sus opositores.

Según la tradición católica el aborto es un asesinato, y lo es el uso de métodos anticonceptivos. Entre 1996 y 2001 —durante el fujimorato— más de 270 000 mujeres y 22 000 hombres fueron esterilizados, la mayoría quechuahablantes de familias pobres. 2 000 mujeres declararon que fueron intervenidas sin consentimiento, bajo chantaje o con engaños. Se les decía literalmente que ya no iban “a seguir pariendo como un animal” (Uchoa, 2021). El 2021 el Clero de la iglesia mandó a votar por la hija de Fujimori, el 2022 permitió que francotiradores disparen a los manifestantes desde el techo de la Catedral en Huamanga.

Cuando Alan García dijo que nuestros hermanos amazónicos eran “ciudadanos de segunda categoría”, no expresaba su visión personal o la del APRA, sino la visión de la mentalidad colonial y criolla, propia del Estado y el clero peruano, entidades de las clases dominantes. Por eso se perdonan el sacrificio humano que perpetran, hacen creen que los que sacrifican no son “totalmente humanos”. Para nosotros, no solo son enteramente humanos, son los Cristos del Ande, del Amazonas, de las barridas, de los pueblos jóvenes, de los pesebres, los Cristos que Herodes mandó a matar y que los romanos crucificaron sin piedad.      

La mitología del “libre mercado” ha pisado hondo en el Perú, los baluartes del mercado y la gran propiedad privada son intocables, quien los toque debe morir, y si en el acto justos mueren por pecadores, vale la pena, según ellos. “El poder del mercado deja morir, el poder político mata directamente. Pero en la mitología actual ambas muertes se presentan como muerte para la vida, es decir, como sacrificio” (Hinkelammert, 2008, p. 75). Es el mito de Moloc, que para vivir devora a sus hijos, sacrifica a los niños.

El clero sabe que la respuesta serán las piedras y los huaracazos, los curas y pastores esconden lo que está escrito: “Cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros que moran en Israel, que ofreciere alguno de sus hijos a Moloc, de seguro morirá; el pueblo de la tierra lo apedreará” (Levítico, 20: 2). Oh, sí… ¡dirán que la biblia es terrorista!

Referencias Bibliográficas

Hinkelammert, F. (2008). Hacia una crítica de la razón mítica. El Perro y La Rana

Meneses, A. (2021). “La masacre de Accomarca guarda el nombre del congresista José Williams Zapata”. Wayka, https://wayka.pe/la-masacre-de-accomarca-guarda-el-nombre-del-congresista-jose-williams-zapata/

Páez, A. y Aguirre, D. (2019). “El incendio del Banco de la Nación, un crimen de Estado que sigue impune”. La República. https://larepublica.pe/politica/534706-el-incendio-del-banco-de-la-nacion-un-crimen-de-estado-que-sigue-impune/

Uchoa, P. (2021). “Esterilización forzosa en el Perú: ‘Me abrieron la barriga cuando aun estaba dormida’”. BBC News. https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-56243650

Youngers, C. A. (2003). Violencia política y sociedad civil en el Perú: historia de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos. Instituto de Estudios Peruanos

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