Kevin H. Montoya-Cruces
kmontoyacr@unsa.edu.pe
Vienen los buitres montados en el viento
airosos de su plumaje,
galardonados con sangre,
vienen alardeando su cobardía,
porque no atacan al vivo,
atacan al que morirá en el día,
vienen rondando,
cargando pólvora (y) olor a muerte,
regando paz con sus garras,
pensando con órdenes,
fingiendo ser gentes.
Salen los cerdos de sus chiqueros,
hablan y culpan a la tierra de hacerse lodo,
no alzan la frente, ni miran al cielo,
pero doblan el codo,
te saludan, te prometen,
con camisa blanca y zapatos de cuero,
¡Oh! Pero eso sí,
con el saco bien negro.
Se quiebran las montañas, se desgajan,
por los pasos de los que fueron
y no volvieron,
lloran las madres buscando a sus hijos,
la hoja de coca al viento
entre solloza dijo,
¡se los llevaron los buitres!
les preguntan a los cerdos
y responden,
¡Han de estar perdidos!
se hacen los desentendidos.
¿Qué justicia me espera?
si mis hermanos no habían vivido
y los entregaron a los gusanos,
dónde estarán los siguientes años,
¿Qué vida me toca?
si estoy vivo y me persiguen los buitres,
mientras los cerdos comen y se llenan la boca.
Nuestro cielo está nublado y no solo por las nubes,
el suelo mojado y no por la lluvia,
nuestras casas perforadas y no por el viento,
abrázame, madre, abrázame, padre,
los buitres que rondan están,
ellos me quieren llevar.
Hacia los ríos pintados de rojo,
donde nace el sol y nos otorga sombra,
hacia el sonido que nos revienta el oído,
donde nos quejamos y no nos escuchan,
mientras los cerdos caminan en alfombras,
¿Qué carajo me espera?
si hablo y me revientan la boca,
si me quejo y me muelen a palos,
si nací y ya me quieren matar.