Lucas Pilco Prado
lpilcopra@unsa.edu.pe
En el presente ensayo se hará una recopilación y análisis histórico de la violencia étnica hacia los chinos durante la Guerra del Pacífico. Esto podrá darnos luces sobre cómo ante una situación de alta convulsión social las minorías han sido reprimidas en nuestro país. Si bien es cierto, los pogromos suelen asociarse con el pueblo judío el término puede extenderse perfectamente a la ejecución de reductos por parte de grupos que detentan cierto poder coactivo (fuerza bruta) y que a través de la violencia descargan sus frustraciones en los que son distintos. El enfoque nos sumerge en un escenario bélico durante el siglo XIX y nos recuerda que uno de los mayores retos del Perú ha sido siempre el intentar la armonía entre las diversas etnias, razas y creencias, ¿qué motivó a que esto ocurriera y por qué es posible hablar de pogromos durante la Guerra del Pacífico?
En primer lugar, debemos entender que la palabra pogromo deriva del ruso “погром” al darse las primeras persecuciones antisemitas en territorio del ex Imperio Ruso a inicios del siglo XIX. La RAE en un proceso de interiorización y adaptación de este vocablo entiende pogromo como la “matanza, acompañada de pillaje, realizada por una multitud enfurecida contra una colectividad, especialmente contra los judíos”. A la par, estudiosos como Bergmann (2003) señalan que “el hecho de que estalle un pogromo depende de un evento desencadenante contingente, que manifiesta el conflicto grupal y puede servir como punto de partida para la acción colectiva” (p. 362)[1]. En este caso, aquel evento primigenio sería la Guerra del Pacífico acompañado de la liberación de chinos culíes por las tropas chilenas en su camino a la toma de Lima.
En segundo lugar, hablar de pogromos “no antisemitas” es posible al ir más allá de las categorías históricas que provocaron el nacimiento de esta palabra. En consecuencia, me atrevo a postular que un pogromo es el asesinato y persecución de minorías a causa de un odio desatado materializado en sindicar la desgracia propia a una cultura o etnia diferente. De esta manera, los pogromos se hacen extensibles al ajusticiamiento de chinos culíes durante la Guerra del Pacífico. Para ello hay que explicar cuál es el motivo de que en el Perú se viviera una suerte de vendetta contra los chinos, empezando por su llegada al territorio nacional.
Esta violencia revanchista, tuvo un carácter étnico, porque se persiguió a inocentes solo por el hecho de ser chinos, todo aquel amarillo u individuo con ojos rasgados fue víctima por las decisiones y acciones de personas con las que solo compartían raza, estas desafortunadas coincidencias “se toman […] como traición al Perú” (Guerra, 1991, como se citó en Rosario, 2021), el ser chino era sinónimo de traidor. Pero, ¿cómo culpar a un pueblo oprimido por levantarse en armas contra su yugo?
La migración de esta etnia que luego fuera destinada a una vida de explotación laboral o esclavitud se dio con la aprobación de la Ley General de Inmigración aprobada por el parlamento en 1849, gracias a la misma “arribaron al Perú entre 80.000 y 100.000 culíes chinos” (García, 2012, p. 472) hasta 1879. García (2012) también describe que “el contrato que firmaban los chinos los obligaba a trabajar ocho años consecutivos sin derecho a sueldo o compensación, luego de este tiempo el culíe quedaba libre” (p. 473). Para traerlos al Perú muchas veces se los engañó prometiéndoles riquezas a cambio de su trabajo. Ellos, ignorando la realidad y la legislación vigente, jamás imaginaron las desgracias que pasarían. Así abandonaron los cantones cambiando su hogar por grilletes, lo que supondría cientos de horas de trabajo pesado en haciendas, campos agrícolas o islas guaneras.
La miseria no solo se consolidó en los tratos inhumanos de los que fueron víctimas, sino en la renuncia a lo conocido: sus familias, su cultura, su país y su idioma; ya que, para adaptarse a la “subordinación no querida” (esencia de la esclavitud) tuvieron que aprender a regañadientes el castellano al que llenaron de barbarismos fonéticos. Claro que no todos corrieron el mismo destino, algunos pudieron dedicarse al comercio por haber llegado al país libremente y con ese objetivo. Este avasallamiento fue apreciado por las tropas chilenas durante la Expedición Lynch que, al arribar a la hacienda de Palo Seco, ingenio azucarero propiedad de Dionisio Derteanom, “[dieron] al instante suelta a los trescientos o cuatrocientos chinos que […] habían sido encerrados por el administrador como en un corral de vacas” (Caviedes, 1880, como se citó en Vicuña, 1881). La mayoría de estos hombres ahora libres decidieron apoyar al ejército chileno y esto se explica por tres razones. La primera y más sencilla fue el rencor y las ansias de venganza. La segunda fue la incertidumbre, pues al vivir como animales no conocían otra cosa más que trabajar para un patrón. La tercera razón fue el no estar obligados a luchar por el Perú, este país no era su patria y esa no era su gente. Ante ello, el resultado de su incorporación a las filas chilenas fue el repudio nacional tildándolos de felones.
Meses después los culíes serían incorporados dentro de las falanges logísticas por Lynch en las batallas de Chorrillos y Miraflores (Chou, 2001) siendo su tarea principal el desactivar minas, lo que cambiaría el destino de la guerra. Como recoge Paz Soldán (1979), “estos chinos conocedores de la fortuna de sus compatriotas y de los lugares en que estaban situados sus almacenes, entraron a la ciudad y principiaron a saquear a sus mismos paisanos, prendiendo fuego después a los almacenes” (p.110). Ya con la caída de Lima por la desastrosa defensa que orquestó Piérola y la retirada de la reserva (conformada por indios, cholos y negros), la Ciudad de los Reyes quedó a merced de las bandas de delincuentes y desertores que, ante el caos, habían tomado la ciudad instaurando un régimen de terror asaltando los comercios de extranjeros y sobre todo ensañándose con los residentes chinos. La trifulca fue recopilada por Vicuña (1881):
Del numeroso comercio de esta nación, no ha quedado en Lima mas que rastros humeantes i ensangrentados, porque al robo i al incendio se agregó necesariamente el asesinato de los infelices que intentaron salvar sus propiedades. Calcúlase que no ménos de trescientos asiáticos fueron inmolados en las calles de la ciudad i en las chacras circunvecinas (p.1197).
Esta violencia revanchista, tuvo un carácter étnico, porque se persiguió a inocentes solo por el hecho de ser chinos, todo aquel amarillo u individuo con ojos rasgados fue víctima por las decisiones y acciones de personas con las que solo compartían raza, estas desafortunadas coincidencias “se toman […] como traición al Perú” (Guerra, 1991, como se citó en Rosario, 2021), el ser chino era sinónimo de traidor. Pero, ¿cómo culpar a un pueblo oprimido por levantarse en armas contra su yugo? Como relata Riquelme, ellos tenían la esperanza de “una redención general y de un ansiado desquite” (como se citó en Véliz, 2016). Este no sería un escenario desconocido en el Perú, los pueblos bajo la dominación incaica tuvieron la misma reacción a la llegada de los españoles; no obstante, la memoria colectiva o la reflexión no son precisamente virtudes que ostenten todos los peruanos. Como se mencionó líneas más arriba al ser los chinos los miembros de la vanguardia, fueron los primeros en ser divisados por el “ejército desnudo”, que al verse derrotado solo le quedó contentarse con la reprimenda hacia los chinos que yacían al interior de la capital. Como retrata Guzmán (2020), “partidas de cholos armados, acompañados de negras y mulatas ebrias, recorrían las calles destrozando puertas y ventanas y arrastrando con el contenido de los despachos y pulperías. Estos actos de hostilidad se manifestaron principalmente contra los infelices chinos” (p. 109).
La explicación de esta furia descontrolada y los sucesivos vejámenes se esconde detrás de la otredad y de la ausencia de una identidad nacional que considerara el mestizaje o la diversidad étnica como uno de los pilares de la patria, vieja en ese entonces, pero a puertas de enfrentar una de las hecatombes más rancias en la historia republicana. Los indios y negros (que también habían sido explotados) buscaban un chivo expiatorio en quien descargar todos esos años de oprobios y abusos, había al interior de aquellos cuerpos flagelados una falsa justicia que debía saldarse para terminar con la frustración de los propios dolores y con el odio que acumularon durante años contra los culíes. Los chinos fueron las víctimas ideales, una vez más los indefensos fueron los más afectados.
Aquella y muy difundida acusación de Ricardo Palma sobre los indios puede ser acompañada de la búsqueda o anhelo de los imputados de un cambio de posición histórica que limpiara las declaraciones del bibliotecario mendigo, en ese trance se culpó a los culíes para no renegar consigo mismos por la falta de amor hacia el Perú. Debo destacar que ellos también eran inocentes, pero fueron corrompidos por la violencia y la anarquía. En el Perú hasta antes de la guerra no se concebía una identidad nacional, no se puede pretender sentirse peruano si no se conoce lo que ello implica, ni mucho menos querer que alguien defienda lo que no ama. Lamentablemente, mientras se estigmatizó a los emigrantes chinos solo fue el ejército chileno el que pudo brindar protección a Lima de los saqueos y la bribonería de los peruanos. No es acaso vergonzoso que “las tropas chilenas tuvier[a]n que ingresar a Lima e imponer el orden a petición de los diplomáticos y autoridades locales” (Godoy, 2011, p. 291). La tragedia “se pudo estimar posteriormente [por] el ministro chino en el Perú, Chuei Kuo-yin, el número de chinos que habían perdido la vida durante esa guerra fue de 4,000 a 5,000” (Sha, como se citó en Chou, 2001)[2].
En conclusión, es posible hablar de pogromos contra los chinos, que además se ve como una condena social violenta y la síntesis del repudio hacia los chinos que por compartir rasgos con parte de las filas enemigas fueron asesinados al defender a sus negocios y familias de la desazón patriota. La única culpa que se les puede atribuir fue el pensar que los peruanos los veían como iguales, mismos que se justificaron en la derrota para despotricar y violentar a los que juraron proteger. La defensa de Lima fue un sinsentido puesto que los primeros en arrancar la vida de la ciudad fueron sus hijos. Finalmente, los culíes antes esclavos se vieron libres por un ejército chileno que resguardó la capital sin poder evitar la masacre de familias inocentes días antes del cambio de mando, una verdadera transición de la anarquía al orden.
[1] Traducción propia. Cita original, “Whether a pogrom breaks out depends on a contingent trigger event, which mani- fests the group conflict and can serve as a starting point for collective action”.
[2] Me parece pertinente señalar que Diego Chou en, “Los chinos en la Guerra del Pacífico” logra describir a profundidad el trato y desprecio hacia los chinos culíes a lo largo de la Guerra del Pacífico e incluso fuera de la ocupación de Lima. Recomiendo iniciar su lectura en el apartado de “la suerte de los chinos en la guerra y la postguerra”. Dicho esto, el lector interesado podrá revisarlo en:https://go.gale.com/ps/i.do?p=IFME&u=googlescholar&id=GALE|A104681354&v=2.1&it=r&sid=googleScholar&asid=614b0baf.
Referencias
Bergmann, W. (2003). Pogroms. In the International Handbook of Violence Research. Springer, Dordrecht, 351-367
Chou, D. L. (2001). Los chinos en la Guerra del Pacífico. Revista de Historia de América, 197-224.
García, O. (2012). Los chinos en la Guerra del Pacífico. Revismar. Vol. 5.
Godoy Orellana, Milton. (2011). Ha traído hasta nosotros desde territorio enemigo, el alud de la guerra: confiscación de maquinarias y apropiación de bienes culturales durante la ocupación de Lima, 1881-1883. Historia (Santiago), 44(2), 287-32.
Guzmán Palomino, L. (2020). Lima, enero de 1881: saqueo, matanza, guerra de razas y Comuna. Desde el Sur, 12(1), 97-125. https://doi.org/10.21142/des-1201-2020-0007
Ibarra Cifuentes, P. (2015). El Perú y Bolivia ante el general Pililo: Los enemigos de Chile en las caricaturas de la Guerra del Pacífico (1879-1883). Diálogo andino, (48), 85-95.
Klaiber, J. (1978). Los cholos y los rotos: actitudes raciales durante la Guerra del Pacifico. Histórica, 2(1), 27-37.
Koechert, A. (2016). La metamemoria generacional de una familia japonesa en Perú 이베로아메리카, 18(2), 135-172.
Paz Soldán, M. (1979). Narración histórica de la guerra de Chile contra el Perú y Bolivia (2ª ed., tomo III). Milla Batres.
Rosario, E. (2021) Lima Tomada: Vida cotidiana durante la guerra contra Chile 1879-1883. Municipalidad de Lima.
Véliz Rojas, C. (2016). “Puede decirse que el roto era como pan blanco, si no francés, en medio de aquella mezcolanza de razas”: “chinos” y mujeres como representaciones del subalterno en la narrativa de la Guerra del Pacífico (1879-1884). / “It can be said that roto was . Revista Liminales. Escritos Sobre Psicología Y Sociedad, 5(10), 91-112. https://doi.org/10.54255/lim.vol5.num10.292
Vicuña Mackenna, B. (1881) Historia de la Campaña de Lima, Santiago.