Contra una democracia que huele y duele

Armando Trelles Castro

atrellesc@unsa.edu.pe

La democracia latinoamericana no es producto de la casualidad. Las repúblicas de nuestro continente, desde sus independencias hasta la fecha, se mantuvieron en una lucha constante por mantenerla. El gran problema para ellas fue y son las oligarquías nacionales. Ante el avance de las potencias de turno, las oligarquías nacionales fueron la clase política aliada que pudo cumplir con exactitud los encargos que ellas les daban. Para eso, no dudaron en aplicar el terror y la demonización de sus pueblos, como armas para deslegitimar la soberanía popular.

Ante la situación de dominación y dependencia, los países latinoamericanos vivieron la insurgencia de movimientos de liberación. Estos movimientos de liberación fueron sofocados por las fuerzas punitivas, tanto nacionales como extranjeras. Al servicio del terror oligárquico estuvieron los ejércitos, que en el siglo XX tuvieron el asesoramiento y formación de la sanguinaria Escuela de las Américas, que aún persiste y sigue entrenando a militares del continente (Gonzáles y Shahshahani, 2020). Esta escuela enseñaba la denominada doctrina de seguridad nacional. Esta doctrina instruyó a militares y policías en métodos de persecución, acoso, tortura y desaparición de los líderes populares, de las guerrillas y de los movimientos que buscaban una soberanía popular.

La Doctrina de Seguridad Nacional (DSN), impartida en la Escuela de las Américas, fue parte del plan de domino y sometimiento que durante décadas patrocinó Estados Unidos de Norte América, como respuesta punitiva a los movimientos de liberación. El siglo XX en ese sentido, estuvo marcado por el terrorismo estatal, amparado en las dictaduras del cono sur (Leal, 2003). Las dictaduras latinoamericanas fueron sangrientas. Además, tuvieron una etapa de sincronización. Diferentes países con sus dictaduras coordinaron secuestros, torturas y desapariciones, a líderes y militantes de oposición. Esa etapa de sincronización entre diferentes dictaduras tuvo un plan de acción denominado con el nombre de Plan Cóndor. Los países que formaron parte de este plan fueron Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay, Uruguay Y Perú (Barrios, 2022).

Y el pueblo, peruano, que es parte de esa situación, no siente que tiene un país, sino que no le pertenece en tanto éste esté en manos de quienes no tienen la intención de democratizarlo. Por lo tanto, el pueblo peruano vive exiliado dentro de su propio país. Ante ese exilio no hay identidad. No puede asumir como identidad lo que el dominador dice que es o no lo peruano.

Posteriormente, cuando las oposiciones y movimientos de liberación estuvieron derrotados, comenzó una ola de democratización. El problema de esta democratización fue quién la impulsó. Los impulsores de la ola democrática fueron los Estados Unidos. Generando de esta manera una concepción democrática marcada por la tradición intolerante de las dictaduras que las precedieron. Si América se democratizaría tendría que hacerlo según los estándares que ellos pensaban que eran los correctos o los que mejor calzaban a sus intereses.

La democratización del continente de todas formas pudo cobrarse la revancha necesaria frente al terrorismo de las dictaduras. Al establecerse las comisiones por la verdad y la reconciliación, quedaron esclarecidos los crímenes de lesa humanidad cometidos durante el catastrófico periodo de las dictaduras militares. El problema, sin embargo, persistió. Una oligarquía fortalecida y amparada por el poder militar, no perdería presencia frente a la ola democrática del continente. Así como sucedió en nuestro país, de la mano del fujimorismo, donde se regresó a la dictadura para luego, desgastado el régimen y en su colapso, se restituyera la democracia. Una restitución que le costó la vida a los opositores y que dejó un legado de torturas y desapariciones con un alto grado de crueldad y cinismo, porque en nombre del combate contra el terrorismo, los derechos humanos fueron suspendidos.

Se podría decir que la democracia peruana tiene un estigma, es decir, está marcada por su herencia de corte oligárquico y autoritario. El problema de una vida democrática que hereda esas características, está en el hecho de que distorsiona la mentalidad inclusiva y genera potenciales monstruos. Esos potenciales monstruos cuando están en el poder actúan tiránicamente, olvidando que la fuente del poder político es el pueblo o ignorándolo. Esto se debe al grave problema que marca y marcará a los dominados. Quien crece en dominación usualmente aspira a ser dominador. La democracia peruana adolece de ese problema y a esto se suma la presión que la oligarquía ejerce sobre la democracia. De tal manera que en circunstancias como esta, el poder popular es desconocido y los opositores son demonizados.

En nombre de la democracia se persigue a los demócratas e incluso la justificación de las suspensiones de su derecho a la inocencia es borrada al momento de tildarlos de “terroristas”. Un terrorista no merece derechos y quizá no los tiene, por eso no es casualidad el actuar de los gobernantes cuando persiguen a los líderes populares. Es una inversión de los papeles, donde el autoritario se pinta de demócrata estigmatizando al demócrata de terrorista. Todo lo descrito tiene quizá como origen la Doctrina de Seguridad Nacional, en la cual toda persona es un potencial enemigo (enemigo interno) (Barrios, 2022), un terrorista, por lo tanto, la guerra es una guerra interna, y el Estado policial-militarizado es la única salida. El poder heredero de la tradición dictatorial ve como amenaza a todo ciudadano y lo transforma en terrorista, es decir, un monstruo. En otras palabras, a la víctima la vuelve victimario y ellos se victimizan.

De todo lo nombrado surge una gran sospecha. Cuando hay democracia el poder oligárquico sostiene que es autoritarismo y cuando hay autoritarismo, sostiene que es democracia. La tensión de los pueblos del continente está entre el poder popular y el oligárquico. Entonces para el poder oligárquico su enemigo es el pueblo. Y el pueblo, peruano, que es parte de esa situación, no siente que tiene un país, sino que no le pertenece en tanto éste esté en manos de quienes no tienen la intención de democratizarlo. Por lo tanto, el pueblo peruano vive exiliado dentro de su propio país. Ante ese exilio no hay identidad. No puede asumir como identidad lo que el dominador dice que es o no lo peruano.

Eso se puede apreciar tangiblemente en la naturaleza de su insurrección. En las protestas democráticas en contra del poder oligárquico, que expectoró del poder institucional la participación popular; los peruanos que protestan no se sienten ciudadanos, ni sienten que tienen una identidad de por sí, la construyen y ven en el compañero de lucha a un hermano, no a un ciudadano, porque el ser de la ciudad (civitas), no es el único que sale a las calles, sino el campesino y el poblador de las periferias de la ciudad, de los barrios. Van identificándose y, a su vez, construyendo una identidad, que demanda respeto y soberanía. El poder tiránico lanza contra ellos sus hordas y los reprimen, en otras palabras, reprimen la construcción de la identidad y la soberanía popular.

La soberanía popular ahora más que en anteriores ocasiones, es el enemigo interno del poder oligárquico, por eso no es casualidad que sea demonizado y sus derechos suspendidos, como si saliera de su tumba la Doctrina de Seguridad Nacional. Ante la construcción de su identidad y la pugna por democratizar el país, son señalados de ignorantes y sus peticiones son tomadas como agresiones. El poder oligárquico y sus títeres, en realidad, desconocen que ellos no son ni ignorantes, ni locos, ni agresivos. Desconocen que el poder popular es el ignorado y quienes defienden ese poder, han sido y son dejados de lado (Araujo-Frias, 2021). Son los fantasmas de este siglo, son los condenados de la tierra, que jamás han sido invitados al gran banquete que la oligarquía ofrece a sus títeres y lacayos. ¿Por qué el poder popular siendo mayoría se somete a la minoría que los excluye y pretende silenciarlos? 

Referencias bibliográficas

Araujo-Frias, J. (2021). No son los ignorantes, sino los ignorados los que queremos cambiar la Constitución, Barro Pensativo. Centro de Estudios e Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, https://barropensativocei.com/2021/10/22/no-son-los-ignorantes-sino-los-ignorados-los-que-queremos-cambiar-la-constitucion/

Barrios, L. (2022). Todo sobre el genocida Plan Cóndor de EE.UU. en América Latina: se revela información inédita, Cronicón. https://cronicon.net/wp/todo-sobre-el-genocida-plan-condor-de-ee-uu-en-america-latina-se-revela-informacion-inedita/

Barrios, M. (2022). El concepto del “enemigo interno”, Colectivo de Abogados Javier Alvear Restrepo. https://www.colectivodeabogados.org/el-concepto-del-enemigo-interno-columna-de-rafael-barrios-mendivil/?fbclid=IwAR1N4-aV3wNUaHmLvcu8xdCFAww5LgDynck5FaC1z095ZcDJ5hgpvAGrfXQ

Leal, F. (2003). La doctrina de seguridad nacional: materialización de la guerra fría en América del Sur, Revista de Estudios Sociales, 15 | Junio 2003, Publicado el 01 junio 2003, https://journals.openedition.org/revestudsoc/26088?lang=fr, pp- 74-87.

Gonzáles, D. y Shahshahani, A. (2020). Por el Cierre de la Escuela de las Américas/WHINSEC, SCHOOL OF AMERICAS WATCH, https://soaw.org/por-el-cierre-de-la-escuela-de-las-americas-whinsec

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