Elvis Mendoza Mendoza
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Actualmente, en nuestro país, vivimos en un contexto de crisis política permanente donde los poderes económicos y políticos persisten en mantener a sangre y fuego lo que han construido. Desde inicios han pensado y construido una república desde y para un grupo reducido (el criollo-liberal), pero a costa de los de siempre, los silenciados e invisibilizados, a los que consideran útiles para la producción de la riqueza, pero excluyen para la distribución de la misma.
En tal sentido, pensamos el problema de nuestro país no desde una “cómoda” y supuesta neutralidad, sino desde nuestra realidad, ubicada en el espacio y el tiempo. Pensamos sintiendo la exclusión del sistema. No solo percibimos, sino sentimos en algunos casos su forma violenta de silenciarnos cuando alzamos nuestra voz, cuando disentimos y cuando intentamos ejercer nuestro derecho constitucional de insurgencia frente a lo que consideramos injusto.
Por ello, consideramos necesario expresar nuestra preocupación frente al contexto actual, aunque parezca poco novedosa nuestra forma de expresarnos, pero asumimos que sigue siendo urgente la necesidad de insistir en el debate para reforzarnos en los argumentos, dado que nuestros pueblos originarios, por lo general o en su mayoría, son víctimas del sistema, y en algunos casos, suelen ser victimarios de sí mismos cuando estos carecen de memoria o conciencia crítica.
asumimos que sigue siendo urgente la necesidad de insistir en el debate para reforzarnos en los argumentos, dado que nuestros pueblos originarios, por lo general o en su mayoría, son víctimas del sistema, y en algunos casos, suelen ser victimarios de sí mismos cuando estos carecen de memoria o conciencia crítica.
Esto se percibe, por ejemplo, cuando se resalta más las actividades cívicas como el 7 de junio del Día de la Bandera, que es expresión de identidad histórica, de integración nacional y de fidelidad a través de un símbolo patrio. Sin embargo, esta identidad y fidelidad si no es consciente ni critica a la vez, es implícitamente (y en cierto modo, explícitamente) sumisa al gobierno, y esto implica en nuestro contexto actual, que el patriotismo a veces (si no es cómplice), es sumisa a la injusticia. Con esto, concretamente, hago referencia a centros poblados y distritos que son o proceden de pueblos originarios con fuerte tradición de identidad y diversidad cultural; quienes se solidarizan en el discurso con sus semejantes, pero en la práctica son ajenos y poco empáticos con los que directamente sufren la violencia e injusticia del gobierno y del sistema actual.
Somos conscientes que lo que escribimos y decimos aquí tiene una relación, y, es más, se fundamenta desde el enfoque intercultural crítico, del contexto latinoamericano. Desde esta perspectiva y sando los conceptos de este enfoque intercultural, consideramos que en nuestro país, como en la mayoría de los países latinoamericanos, existe falso y la falta reconocimiento del otro. Con el concepto de “otro” nos referimos a los excluidos, silenciados e invisibilizados; a los que aún resisten (que, por lo general, suelen ser de pueblos originarios) en no alinearse a los intereses del sistema hegemónico vigente. Sin embargo, este falso o falta reconocimiento se expresa en distintos ámbitos: en lo político, económico, social y cultural. Si bien todos estos merecen nuestra atención por su importancia y por estar interrelacionados uno respecto de otros ámbitos, por ahora trataremos de referirnos en relación a lo político y lo cultural.
El primero, está relacionado al falso reconocimiento de la participación política del otro, dado que los que ostentan el poder político no reconocen al otro en su real dimensión, esto se refleja en espacios de toma de decisiones y de deliberación pública, donde la participación del otro se reconoce solo como una cuestión de formalidad y no de fondo, ya que los que defienden el sistema neoliberal, consideran al “otro” como carente de capacidad para elegir sus representantes, y por tanto, tampoco deben participar en el proceso de deliberación pública. Un ejemplo reciente, entre muchos otros, es el que ha demostrado la expresidenta del congreso, María del Carmen Alva, quien cree que puede imponer votos (incluso, de forma violenta) porque cree que el suyo y de su grupo es mejor que el de otra u otros. De esta manera la participación política del otro lo convierten en algo frágil y manipulable al interés del grupo que ha coartado el poder para un sector reducido
Y, en lo cultural, también se da el falso reconocimiento del otro, ya que a los pueblos originarios se reconoce solo de forma superficial y comercial de su cultura, sin valorar como se debe la enorme riqueza cultural de nuestros pueblos. En este ámbito, básicamente se reconoce como grupos de individuos carentes de capacidad intelectual, subordinados y manipulables, pero útiles y rentables para la producción de la riqueza, del cual, los limita a que se beneficien equitativamente de la redistribución. Es un reconocimiento muy distante y, a veces, contrario a la concepción o cosmovisión de estos pueblos originarios y milenarios, es decir, un reconocimiento limitado o falso reconocimiento. Entender su cosmovisión implica, por lo menos, comprenderlos en forma integral no como grupos de individuos, sino junto a su cosmos, en y con el cual viven, cohabitan o conviven junto a su “Pachamama”. Una forma de vida que se fundamenta en la reciprocidad y complementariedad entre lo natural y cultural.
Sin embargo, los que invisibilizan y excluyen están muy distantes de comprender a partir de la cosmovisión de nuestros pueblos originarios. A pesar que existe la violencia epistemológica a los usos, costumbres y saberes de nuestras culturas de pueblos originarios, estas aún construyen realidades que, a la vez, expresan resistencia a la violenta imposición de la cultura hegemónica.
En tal sentido, el reconocimiento de la diversidad cultural y el reconocimiento del otro, es en realidad un falso reconocimiento, por tanto, una falta de reconocimiento real del otro. Este falso y falta de reconocimiento, según Taylor (2009), es muy peligroso, ya que “pueden causar daño, pueden ser una forma de opresión que subyugue a alguien en un modo de ser falso, deformado y reducido” (p. 54). De esta manera, muchos, a falta de reconocimiento construyen una identidad deformada, débil y hasta opresora de sí mismos. En efecto, la opresión de sí mismo o contra su propio grupo, convierte a uno no solo en victima sino victimario de mismo, que deforma las identidades, muy a pesar que estos intenten construir identidades de fachada o de falsa identidad, pero en el fondo se construye una sociedad deformada y opresora.
En consecuencia, nuestra primera tarea, como señala Taylor (2009), “deberá consistir en liberarse de esta identidad impuesta y destructiva”, ya que el falso reconocimiento no solo debe entenderse como una falta de respeto debido, lo peligroso de la falta de reconocimiento es que forma una herida dolorosa que causa a las victimas un odio a sí mismas, siendo propensas a una reacción violenta. Por tanto, un reconocimiento debido, para el autor, “no solo es una cortesía que debemos a los demás: es una necesidad humana vital” (p. 55).
Por tanto, si asumimos que el reconocimiento debido es una necesidad humana vital, entonces ya no es una opción, sino una cuestión de sobrevivencia. Pero para sobrevivir en un contexto adverso y violento (y de injusticia) no es suficiente el discurso diplomático, entonces la protesta social se convierte en una “necesidad humana vital”. Si esto es así, ¿por qué no se protesta?
Referencia Bibliográfica
Taylor, C. (2009). El multiculturalismo y «la política de reconocimiento». Fondo de Cultura Económica.