Necesitamos un nuevo amanecer

“Instrúyanse, porque necesitamos toda nuestra inteligencia.
Conmuévanse, porque necesitamos todo nuestro entusiasmo.
Organícense, porque necesitamos de toda nuestra fuerza.”

Antonio Gramsci


Kevin Helpy Montoya-Cruces

kmontoyacr@unsa.edu.pe
Orcid: https://orcid.org/0000-0002-2775-5476

La hegemonía implantada en nuestra sociedad latinoamericana está acercándose al punto más alto de ebullición, así, cual líquido, tendrá que evaporarse. Ahora, Nuestra América está despertando del estado somnoliento en el que se encontraba. Ya no desea empujar la piedra como Sísifo pues, en este momento se pregunta, si estamos empujando la piedra hacia el lado correcto o si ya no debemos de empujarla.

Nuestra sociedad política se encuentra en un estado de ocaso, con muchas probabilidades de caer en una oscuridad absoluta, pues es inevitable tapar el sol con un solo dedo: las grandes falencias del sistema capitalista son demasiado evidentes. Cuando este ocaso ocurra los ciudadanos debemos recibir el amanecer con una nueva visión para no caer en la triste mentira de “el pobre es pobre porque quiere”.

Tenemos que enfatizar en el enfrentamiento ideológico, porque ese conflicto resultará beneficioso para esclarecer y destapar los diferentes defectos del sistema capitalista.

En los últimos años se ha observado como el sistema capitalista ha demostrado, sin temor alguno, que el ciudadano no le interesa en lo más mínimo, lo único que realmente le interesa es permanecer en el poder y seguir obteniendo todas las ganancias económicas.

Uno de los grandes logros que había conseguido este sistema capitalista es que los ciudadanos no identifiquen las desgracias con la ideología del sistema, lo que hacía era culpar al ser humano, a la autoridad de turno. De esta manera, la ideología se salva y puede seguir depredando todo a su antojo.

Mucho tiempo el ciudadano viene culpando a las diferentes autoridades, pero ese acto es superficial, es quedarse en el inicio del problema. Podemos cambiar y elegir a nuestras autoridades, no obstante, si no cambiamos la ideología impuesta, no cambiamos absolutamente nada en nuestra realidad.

Este sistema capitalista también ha introducido en la mentalidad de las personas que el progreso se consigue a costa de obtener beneficios económicos. El hombre por mucho tiempo viene trabajando, siendo explotado y no se rebela porque ya tiene internalizado que necesita ese dinero para ser feliz, para progresar.

Nuestra sociedad política se encuentra en un estado de ocaso, con muchas probabilidades de caer en una oscuridad absoluta, pues es inevitable tapar el sol con un solo dedo: las grandes falencias del sistema capitalista son demasiado evidentes. Cuando este ocaso ocurra los ciudadanos debemos de recibir el amanecer con una nueva visión para no caer en la triste mentira de “el pobre es pobre porque quiere”.

Cuando realmente lo que se estaba logrando es que el hombre deje de pensar y que se preocupe en consumir todo lo que el mercado le proponía, porque esa es la felicidad que nos prometen, una felicidad superflua.

Hemos dejado de lado el respaldo a nuestros recursos naturales, ese era el fin de este sistema, que el hombre solo se preocupe por el dinero, preocupación prescindible, si es que nos ponemos a pensar sobre la realidad que tendremos y dejaremos a nuestros hijos en unos cuantos años con toda esta depredación natural.

El hombre fue separado de la naturaleza sintiéndose indiferente a ella, pues el hombre fue influenciado de tal manera que llegó al punto de encerrarse en una cárcel de concreto, conociendo casi nada de la unión que el hombre posee para con todo lo que nos rodea.

Al aislar al hombre es mucho más fácil de enseñarle que la individualidad es necesaria para poder alcanzar el progreso deseado, afirmación que no tiene solidez pues, empíricamente podemos darnos cuenta de que, todos necesitamos de todos, no podemos concebir al hombre como una individualidad, tenemos que concebirlo como un todo. La consensualidad crítica de las víctimas promueve el desarrollo de la vida humana. Se trata, entonces, de un nuevo criterio de validez discursiva, la validez crítica de la razón liberadora. (Dussel, 1998; p.411)

Al sentir nosotros el peso de la incoherencia del sistema capitalista, al ser víctimas de la explotación laboral, de la dominación ideológica y la depredación del valor humano tenemos que criticar y proponer un nuevo amanecer, una nueva razón, una razón liberadora.

Los grandes capitales han pronosticado el despertar de los cientos de almas que fueron asesinadas en nombre del poder económico, es por eso que, ahora el miedo invade sus cuerpos porque se acerca el día del juicio final, su juicio final.

Referencias bibliográficas

Dussel E. (1998) Ética de la liberación en la edad de la globalización y de la exclusión. Trotta.

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