Elvis Mendoza Mendoza
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Sabemos que nuestro país no solo es diverso bio-ecológicamente, sino también, culturalmente. Desde los primeros pobladores y así como las grandes civilizaciones andinas como Caral, Chavín, Wari y el Tahuantinsuyo que ocuparon nuestro territorio, ya sean mediante invasiones, conquistas o alianzas, se conformaron en base al respeto (en cierta forma), a la diversidad de culturas, o en base a las culturas regionales. Hasta el mismo origen del imperio incaico (o del Tahuantinsuyo) se entiende mejor, según explica desde la historia (y no tanto como nos contaron mitológicamente a lo grecoeuropeo), desde sus diversidades y desde el enfoque intercultural.
Si seguimos pensando nuestro pasado, presente y futuro solo desde otras perspectivas ajenas y poco contextuales a nuestros problemas reales, estamos condenados a construir identidades inauténticas y falsas. Para abordar las problemáticas de nuestro país es necesario el enfoque intercultural no solo en aspectos culturales o identitarias, sino es eminentemente oportuno en ámbitos políticos como en el tema de democracia. En tal sentido, a continuación, nuestra reflexión intenta agrietar sobre la base de algunas nociones de democracia.
Cuando hablamos de democracia partimos desde su sentido general, es decir, como una forma de gobierno o como una forma de organizar el gobierno para la administración del Estado, y esto, en sus diferentes niveles de gobierno y de administración del Estado.
Al respecto, Sartori (2003) considera que el término de democracia desde siempre hacía referencia a la “entidad política”, en el sentido de forma de gobierno o de Estado. La diferencia respecto de otras como de la democracia social, económica, etc. (o las “democracias con adjetivos”) “es que la democracia política es supraordenadora y condicionante, las otras son subordinadas y condicionadas. Si falta la democracia mayor, con facilidad faltan en las menores” (p. 27 y 28), esta sería la razón por la que la democracia, por lo general, sea entendida como forma de gobierno o forma de organización del Estado.
Por otro lado, Bobbio (2001a) propone una “definición mínima” de democracia, quien considera como “un conjunto de reglas procesales para la toma de decisiones colectivas en el que está prevista y propiciada la más amplia participación posible de los interesados” (p. 18), y precisa que esta definición mínima refleja mejor la realidad de la democracia representativa. Para el autor, en una democracia existen conjunto de reglas que determinan quienes (unos, pocos, muchos o todos) pueden tomar decisiones colectivas y bajo que procedimientos; así, refiere que “es necesario que sea tomada con base en reglas (escritas o consuetudinarias) que establecen quiénes son los individuos autorizados a tomar las decisiones obligatorias del grupo, y con qué procedimientos” (p. 24).
El autor, evita referirse con términos como “crisis” de la democracia, prefiere la idea de democracia en transformación, ya que considera como su característica natural, debido a que la democracia es dinámica, a diferencia del despotismo que “es estático y siempre igual a sí mismo” (Bobbio, 2001a, p. 15). En tal sentido, el autor no se limita a una concepción esencialista de la democracia, sino como algo más flexible, mejorable o en transformación.
«Para abordar las problemáticas de nuestro país es necesario el enfoque intercultural no solo en aspectos culturales o identitarias, sino es eminentemente oportuno en ámbitos políticos como en el tema de democracia. En tal sentido, a continuación, nuestra reflexión intenta agrietar sobre la base de algunas nociones de democracia.»
Sin embargo, queremos empezar a analizar a partir de otra acepción de Sartori (2003), en la cual considera que, la democracia requiere de una definición prescriptiva (o normativa) y otra de definición descriptiva, ya que, para el autor, la democracia sin la verificación es “irreal” y sin el ideal “no es tal”. Ambas se necesitan mutuamente. Así, el deber ser no define la realidad de la democracia ni la realidad democrática define el ideal de la democracia; el error de cambiar la prescripción por una verificación y cuanto más frecuente sea tal error, nos lleva a malentendidos y trampas. En tal sentido, dirá, distinguir y entender en ambos sentidos es verdaderamente fundamental.
Desde el punto de vista del enfoque intercultural, además, se agregaría una forma de entender la democracia en la cual, al describir, no aísle el ejercicio de la democracia de su contexto, sino más aún preste especial intención, ya que es desde y donde se debe prescribir y describir la democracia.
Tenemos la sospecha de que los analistas o los llamados “expertos” mediáticos del poder, no solo aíslan del contexto donde se ejerce o se intenta ejercer la democracia, sino también percibimos que en muchas ocasiones excluyen los saberes y subjetividades colectivas que se va construyendo sobre la democracia. Por ejemplo, existen formas de ejercer y entender la democracia en los pueblos originarios y en organizaciones de la sociedad civil de sectores populares, no solo a través de elecciones temporales y formales dirigidas desde las instituciones oficialmente a cargo, sino a través de asambleas, cabildos abiertos, etc., dirigidos por sus propios miembros y en forma cotidiana.
La particularidad de estos procesos democráticos es que están cargadas de subjetividades colectivas, que tiene que ver con sus saberes, creencias, costumbres o tradiciones y formas de entender y vivir la vida. En estos espacios se toman decisiones y deliberan sobre asuntos públicos de interés común de acuerdo a su realidad y contexto; sin embargo, no siempre viables y aceptables para la legalidad del Estado de derecho. Estas formas de ejercer la democracia no siempre suelen ser compatibles ni viables para los procedimientos legales que se imponen desde la centralidad del poder.
Para entender la democracia inherente a sus experiencias y sus contextos, el mero rigor prescriptivo y descriptivo del “experto”, no es garantía ni es una receta para el ejercicio de la democracia. Dado que el contexto, o desde esta, se construye saberes y voces que buscan interlocutores que escuchen y entablen dialogo en igualdad de condiciones y respetando sus diversidades, ya que desde la perspectiva intercultural “el reconocimiento y el respeto de la diversidad cultural es una condición necesaria para la democracia republicana o participativa” (Gómez, 2016, p. 70).
En tal sentido, una democracia ejercida y entendida desde el enfoque intercultural, no solo exige recuperar en su memoria histórica el carácter diverso de sus realidades ni tampoco busca solo un mero reconocimiento de diferencias identitarias, sino parte exigiendo el equilibrio epistémico entre los diversos saberes, ya que el “principio de equidad epistémica promueve, al mismo tiempo, la pluralidad cultural y la participación democrática. Para ello, además de lo que propone la democracia liberal como reglas procedimentales para la toma de decisiones, este enfoque (la intercultural) requiere dos condiciones: el reconocimiento de la diversidad epistémica y cultural, y el ejercicio del dialogo en su forma horizontal para ejercer la democracia.
Referencias bibliográficas
Bobbio, N. (2001). El futuro de la democracia (Tercera ed.). FONDO DE CULTURA ECONÓMICA.
Gómez, A. V. (2016). Diversidad cultural, pluralismo epistémico, ciencia y democracia. Una revisión desde la filosofía política de las ciencias. Acta sociológica, 71, 51-78.
Sartori, G. (2003). ¿Qué es la democracia?. Tauros.