Protesta social y arte plebeyo: La gesta 2022- 2023

Alonso Emilio Castillo-Flores

alonso.castillo@unsa.edu.pe

https://orcid.org/0000-0002-6512-9820

Todo gran movimiento popular que se forje al calor de la lucha política genera cultura, utilizando elementos tradicionales y creando nuevas expresiones artísticas. Es más, cuando los intelectuales son lo suficientemente atentos y sensibles, logran captar el sentir se las masas populares. Es el caso del movimiento del verano 2022-2023. Las ciencias sociales y humanidades felizmente no han sido ajenas a este acontecimiento, así ocurre con de la reciente publicación de Estallido popular, libro conjunto que recoge estudios y lecturas de la gran gesta, editado por Gustavo Montoya y Homero Quiroz (2023). En él han colaborado Héctor Béjar, su sobrina Tatiana Béjar, Sinesio López, y una veintena más de intelectuales peruanos de distintas disciplinas.


Pero la aparición de la ciencia social en estos casos llega después de la reflexión teórica. No tiene la inmediatez propia del periodismo, que es historia del presente, contada en el presente. A su vez, existe otro tipo de expresión cultural que surge en el corazón de las mismas luchas, que no reporta ni piensa la protesta, sino que insurge desde adentro. Hablamos del arte. Montoya y Quiroz (2023, p. 15) dan cuenta de “cierta estética plebeya con representaciones de teatro popular, danza y bailes, música e iconografía rebelde” en las protestas de verano.


En este escenario ha tenido mucho arraigo la figura de una presidenta no solo usurpadora, reaccionaria y asesina —lo cual de por sí, ya es mucho— sino traidora, alguien tanto más envilecida y cobarde porque surgió de un partido que parecía popular y nacional. Castillo se volvió, con sus limitaciones y mediocridades, un héroe para amplios sectores; aunque para otros grupos más radicalizados resultó ser un fantoche que actuaba a medias tintas. En cambio, Boluarte desató verdadera ira, indignación, odio, terminó como el demonio en persona. Las canciones a ella dedicadas fueron crudas y directas: “Dina asesina”, “Balas y misiles para nuestro pueblo”, cantada por distintas cantantes puneñas, interpretada al ritmo de la morenada o el sikuri, tema vuelto himno de las protestas. Los rudimentos: la ya conocida canción “Esta democracia”.


Otras letras no pueden ser más jocosas y soeces, “Dina Boluarte, jijuna gran puta”, “quien chucha te ha dicho que eres presidente”. Los insultos del quechua chanka avivan el carnaval ayacuchano: “Dina Boluarte, china kuchi” (cerda, cochina), “Dina Baoluarte, manka siki” (culo de olla). Puede aquí notarse el sentir del poblador de a pie, muy natural, sinceramente mundano, sin ornamentos ni etiqueta. Nótese también que los pueblos más golpeados fueron los protagonistas de estas expresiones artísticas, Puno y Ayacucho. Las clases altas enemigas del cambio, y sus vasallos alienados, repetían la figura de Castillo como “burro”, como intruso ignorante, símbolo de gran acogida entre los acólitos del gran capital, pero sin ninguna representación artística de gran repercusión. La política oligárquica peruana ha demostrado ser estéticamente nula.


Con un arte así de frontal y contestatario, el artista plástico y catedrático César Aguilar denunció ser retirado como docente debido a su alegoría “La descarada”, escultura que mostraba una Dina autoritaria con cuernos de demonio, banda presidencial, el saco amarillo de su juramentación, pantalón y botas militares, alzada sobre decenas de calaveras. Estas yacen sobre una whiphala ajedrezada. La obra no podía elegir mejor momento de ser exhibida: las celebraciones de Inti Raymi en Cusco junto a otros carros alegóricos. La pieza no mistifica la realidad, Dina no es más que una marioneta, sobre su cabeza dirige sus movimientos la mano negra de un decrépito titiritero: los verdaderos poderes fácticos, los dueños del Perú.
Debe decirse aquí que no solo lo cómico cumple una enorme función social y política —piénsese en las caricaturas diarias de Carlín— sino también lo grotesco. Adolfo Sánchez Vázquez (2005, p. 249), destacado esteta español-mexicano, hombre de nobles ideales, subrayó que lo grotesco ha estado históricamente asociado a movimientos anticlásicos e inconformistas.


La lista de obras visuales, musicales, teatrales, etc. es interminable. “Volver a Chucuito”, pintura de Alcides Catacora se volvió “el camioncito” de la Toma de Lima. El simbolismo provinciano, espontáneo y folklórico de esta gesta ha dejado huella en el imaginario popular. Recuérdense también las reproducciones de la mujer andina con huaraca, propia de los levantamientos contra Tía María. Una de ellas es “Mujeres de Andahuaylas en pie de lucha”, de Joshua, acuarelista lampeño, usada de portada para el libro Estallido popular. La imagen, no libre de exageraciones y romantizaciones, es testimonio de la utopía andina encarnizada en la insurrección popular.

«Todo gran movimiento popular que se forje al calor de la lucha política genera cultura, utilizando elementos tradicionales y creando nuevas expresiones artísticas. Es más, cuando los intelectuales son lo suficientemente atentos y sensibles, logran captar el sentir se las masas populares.»


El arte, como praxis humana es actividad creadora (Sánchez Vázquez, 2013) que, a través de imágenes y símbolos, crea una nueva realidad, produce deleite o diversión, a la vez que comunica un mensaje, en este caso, la denuncia social. De las entrañas de los grandes movimientos heroicos, del dolor y el llanto del pueblo postergado surgen las mejores pinceladas y tonadas de nuestros espíritus creadores.

Referencias bibliográficas


Montoya, G. y Quiroz, H. (eds.) (2023). Estallido popular. Protesta y masacre en el Perú, 2022.-2023. Estallido / Horizonte
Sánchez Vázquez, A. (2013). Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas. Fondo de Cultura Económica
Sánchez Vázquez, A. (2005). Invitación a la estética. Grijalbo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *