Alonso Castillo Flores
El mal arequipeño cree que para amar a la Ciudad Blanca necesariamente debe odiar a los pueblos hermanos.
El buen arequipeño no solo engrandece su tierra, también intenta conocerla y comprenderla.
El mal arequipeño detesta las sayas y las diabladas pero ama al pop y los mariachis como si fueran suyos.
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