Armando Trelles-Castro
atrellesc@unsa.edu.pe
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-7389-0695
El amor ha muerto, sigue muerto y la locura de este mundo lo ha matado. Sin embargo, más allá de las exageraciones, si en caso el amor no está muerto, por lo menos se encuentra tan ausente como Dios. Aunque la sospecha es que Dios también está muerto y si no es así, está muy ausente o quizá agonizando como probablemente agoniza el amor. Si nada de eso es cierto, por lo menos, el amor o Dios, nacieron cuando uno de los dos estuvo gravemente enfermo.
Todo lo dicho anteriormente sólo es una sospecha. Pero como es una idea que da brincos por ser manifestada, debe justificarse su existencia. En ese sentido, los argumentos que serán utilizados para respaldar esa sospecha, se relacionan con ideas muy familiares. Son ideas de filósofos y literatos que no necesariamente tienen que ver con el amor. Se utilizarán como molde para resignificar algo que no tiene forma, ni que se encuentra completamente maduro. Por esa razón, las ideas recreadas más que ladrillos para construir argumentos, funcionan como piezas de rompecabezas para jugar con los razonamientos argumentativamente. En ese sentido, todo el contenido de este texto pretende ser un juego herético, de un hereje para sus semejantes.
El mundo cavernario
Platón tiene una alegoría muy conocida. Se trata de la alegoría de la caverna. Nos cuenta que en la caverna habita personas que nunca salieron de ahí, porque nacieron y crecieron dentro de ese lugar. Por ese motivo, sólo conocen una realidad. Tal realidad no es real, sólo es una ilusión óptica, la cual es posible porque los guardianes de la caverna, proyectan en el extremo de ella figuras que tienen la forma de muchas cosas que existen fuera de la caverna. Las personas que habitan dicho lugar, aprecian esas proyecciones, y como nunca han visto otra cosa más que eso, consideran que la realidad es lo que ellos ven ahí dentro.
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